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El libro de la tía Clarissa y yo

Ahora que terminé de leer el libro de Clarissa (1) puedo por fin ponerme a escribir cosas que me fueron pasando mientras lo leía.


Lo primero que me llamó la atención cuando comencé a leerlo fue que está todo escrito en femenino. Tal vez no sea tan novedoso como a mí me pareció (es posible que haya más libros escritos así, sólo que yo no los leí nunca); además, puesto que se trata de un libro de psicología femenina y está escrito para ser leído por mujeres, es lógico que esté en femenino. Ahora bien, mi primera sensación con esto fue darme cuenta de cuán acostumbrada estoy a leer libros en masculino, incluso aunque el objeto de estudio seamos las mujeres o el género humano. Todavía recuerdo la escena en mi lejana infancia -estaba en el jardín de infantes, o sea que tenía menos de 6 años- en que una maestra nos explicó que si en un grupo hay mujeres y hombres, incluso aunque haya muchas más mujeres y un sólo hombre, lo correcto es hablar en masculino. Entonces me pareció sumamente injusto, pensé que la maestra debía de estar equivocada, porque me pareció una desproporción exagerada: habría sido más justo una especie de "mitad y mitad"; pero con los años me acostumbré. Tanto me acostumbré que el libro de Clarissa me asombró, y me provocó una sensación refrescante, higiénica diría, algo como "por fin hablan de nosotras". Imaginé un hombre leyendo este libro y teniendo que extrapolar lo que dice Clarissa del femenino al masculino (cambiando "las mujeres..." por "los hombres...") y me di cuenta de que este lector estaría haciendo el mismo trabajo mental que nos toca hacer a nosotras tantas veces.


Porque es cierto que mucho de lo que dice Clarissa puede aplicarse tanto a mujeres como a hombres, y ella pocas veces se ocupa de aclararlo o de utilizar alguna variante neutra como "las personas" o "los seres humanos" sin implicar sexo. No, ella insiste en decir "las mujeres", y con los siglos de acostumbramiento al uso del lenguaje que tenemos, suena a que estuviera implícito que aquello de lo que habla le pasa a las mujeres y no a los hombres. Al principio esta cuestión me desorientó, hasta que me imaginé que le plantearan a Clarissa este cuestionamiento de "¿por qué habla sólo de mujeres cuando lo que dice también se puede aplicar a hombres?" y me la imaginé encogiéndose de hombros y respondiendo simplemente "¿Y a mí qué? Yo quiero hablar de las mujeres; de los hombres ya se ha escrito mucho, que se ocupen otros. Si lo que yo digo también es de provecho para los hombres, enhorabuena". (Aclaro por las dudas: no estoy diciendo que la Clarissa real haya respondido esto alguna vez, sino que después de leer todo el libro sigo sintiendo que la voz narradora podría responder así).


Ahora que lo terminé pienso que su gran efecto no se basa solamente en que habla en femenino, sino en que transmite la sensación de que es un libro escrito "desde dentro". Habla de psicología femenina pero no transmite la sensación de que se trata de un investigador hablando de su objeto de estudio, sino que es una persona hablando de lo que ve, lo que sabe, lo que pudo aprender con los años, lo que ha compartido con su familia, sus amigas y sus pacientes, y lo que ha vivido ella misma.


El libro de Clarissa está basado en psicología junguiana, que de lo poco que yo leí de psicología tiene mi absoluta preferencia. Cuando descubrí a Jung fue como descubrir un amigo, un pariente lejano que nunca había conocido, porque explica con palabras muy claras cosas que yo ya había vivido antes de leerlo, cosas que son parte de mí. Básicamente la idea del "proceso de individuación" me resulta muy útil, y su teoría de los tipos psicológicos ¡es genial! yo propongo que se enseñe en las escuelas, a los pediatras y psicopedagogos, que se den cursos para padres, que se aplique en los consultorios sentimentales, etc, porque si todos tuviéramos en cuenta nuestras diferencias tipológicas a la hora de intentar comunicarnos unos con otros, seríamos más tolerantes y comprensivos con lo ajeno.


Al poco de leer a Clarissa me di cuenta de que lo que ella había hecho era transformar el concepto del "Sí-Mismo" de Jung (que es un concepto abstracto y por lo tanto puede resultar difícil de asimilar) en una personificación humana-animal-femenina como es la Mujer Salvaje que, según Clarissa, vive dentro de cada una de nosotras. No veo gran diferencia entre el "Sí-Mismo" de Jung (que siempre me cayó muy simpático) y la Mujer Salvaje de Clarissa, excepto que la Mujer Salvaje está personificada, y eso nos permite atribuirle características humanas como amar, esperar, escuchar, guiar, aceptar, acudir en nuestra ayuda, etc. Diría más cosas sobre esto pero lo dejo para la próxima entrada.


Y acá llegamos al aspecto "tía buena" de Clarissa. Porque lo que tiene de genial es que todo le va bien, acepta todo, sin reproches ni censura. Nos impulsa a ser creativas y vivir en consonancia con nuestro ser instintivo, pero si estamos perdidas, nos pasamos un largo período a la deriva, incómodas, sin saber qué hacer, paralizadas, o en babia, o en rabia, o descontroladas, o lo que sea, no importa, todo eso es parte de nuestra evolución, y tarde o temprano saldremos adelante; y esto nos lo dice con una fe tan contagiosa que mueve montañas psíquicas. Por eso digo que es como una tía buena que nos escucha, nos consuela, nos cuenta cuentos y nos alimenta y estimula para seguir jugando.


Lo que hace Clarissa con los cuentos populares y los mitos (contarlos y luego interpretarlos como antiguas y eternas pautas de aprendizaje psíquico) no me resulta novedoso, me hace acordar al libro de Joseph Campbell El héroe de las mil caras que leí hace catorce años y que también me gustó y me ayudo muchísimo; y en última instancia tiene que ver con Jung y los arquetipos. Lo que sí me resultó novedoso y disfruté mucho fue lo que dice sobre el oficio de contar cuentos como medicina.

Después de leer el libro completo releí la introducción, que antes me costó leer, y me gustó mucho más y la pude aprovechar mejor.

Por último, el valor más importante que tiene para mí el libro de Clarissa es que logra transmitir algo de lo que intuí meses atrás y traté de describir en su momento (marzo de este año):

La certeza, en primer lugar corporal, y a continuación mental, de que el conjunto de ........... (me falta la palabra adecuada) que incorporé en mi niñez me distorsiona, que mi verdad, mi ser, está constituido de otra manera, que lo esencial y nutritivo del universo es de otra sustancia y fortalece de otra manera que de momento no encuentro palabras para describir. "Como de costumbre, lo esencial no se ha dejado decir", diría Pichon Garay, y yo agrego "ni hoy ni nunca", siglos de literatura y religión no lo han dicho, o al menos yo no lo encontré nunca, ni fue oído demasiado. Y sin embargo, una nueva tozudez me habita, esto incipiente que de tanto en tanto me es dado percibir, esta pequeña llamita trémula, siempre a punto de apagarse, esta intuición inasible, deseo con toda mi alma transmitírsela a Manuel y ahorrarle caminos vanos en su crecimiento.

Siento que Clarissa habla de esto, y eso significa que alguien ha logrado poner en palabras mi intuición.
¡Chin pun!

(1) Clarissa Pinkola Estés: Mujeres que corren con los lobos. En la entrada de junio de este año hablo de cómo llegó el libro a mis manos y cómo comencé a leerlo.

Fotografías: Dorothea Lange

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