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El tintero

Con el paso del tiempo se me fueron quedando en el tintero ideas que cuando se me ocurrieron quise expresar en cuentogotas, pero como son más complejas que lo que suelo escribir no tuve tiempo para dedicarles. Las primeras me parecían inconexas entre sí, pero después surgieron otras y fui viendo que todas se enlazan en un mismo tema base fundamental. Inauguro ahora esta sección separada del cuerpo cuentagotístico diario porque lo que expreso aquí no tiene que ver con un momento concreto sino que constituye algo así como los “contenidos transversales” de cuentogotas, ideas que están en su base y sobre las que se sostienen las entradas particulares. Y si esta sección es “El tintero” por lo que se me quedó en él hasta ahora, la sección normal pasa a llamarse “La tinta”, porque es lo que pudo ser expresado hasta ahora: gotas de tinta electrónica sobre un papel de bits y luces.

Dentro y fuera

La primera idea que quedó en el tintero es una reflexión sobre nuestra percepción del “adentro” y el “afuera”, porque me llamó la atención que todos los textos psicológicos que he leído tarde o temprano mencionan esta cuestión. Supongo que está en la base del reconocernos como individuos, es necesaria para saber que una cosa es “el mundo” y otra soy “yo”, imagino que esta separación es la base de la conciencia: existe algo que soy “yo” y algo que no soy “yo”. Me pregunto:  ¿cómo sería no percibir esta escisión entre “yo” y “mundo”? ¿Una unidad psíquica con el entorno? ¿Los animales se perciben a sí mismos como un “yo”? Aunque no percibiéramos esta escisión entre “mundo” y “yo”, ¿seguiríamos percibiendo un “adentro” y un “afuera”?

Cuando me puse a pensar en esto recordé una peculiaridad de Saer (autor de mi absoluta devoción): en vez de usar el par interno/externo, o interior/exterior, él mezcla ambas parejas; y me pregunté si Saer hizo esto para expresar de alguna manera la misma rareza que siento cuando pienso en “adentro” y “afuera”. He aquí algunos fragmentos que recuperé apresuradamente como ejemplos:

“… hasta que el temblor que, a decir verdad, es más interno que exterior, empieza a calmarse un poco cuando enciendo un cigarrillo…” (Lo imborrable)

“… nos confina en nuestra bola exigua de fango en la que chapaleamos hasta que un buen día, por obra de la misma sinrazón que nos trajo a la superficie, sin haber entendido nada del tumulto al mismo tiempo interno y exterior, aniquilados, nos hundimos.” (Lo imborrable)

“… el sentimiento, decía, de no pertenecer del todo a este mundo, ni, desde luego, a ningún otro, de no poder reducir nunca enteramente lo externo a lo interior o viceversa,…” (Glosa)

“… preguntas cuya respuesta es la exaltación, es la muerte, es el sufrimiento, es la locura, y que titilan en cada parpadeo, en cada latido, en cada presentimiento— ¿quién puso el huevo del mundo? ¿qué son lo interno y lo exterior? ¿qué son el nacimiento y la muerte? ¿hay un solo objeto o muchos? ¿qué es el yo? ¿qué son lo general y lo particular? ¿qué es la repetición? ¿qué estoy haciendo aquí?, …” (Glosa)

“Entre lo interno y lo exterior, los puentes laboriosamente tendidos día tras día, desde el alba vacilante y lívida hasta el centro mismo de la noche, estaban derrumbados.” (La pesquisa)

Daría la impresión de que la frontera entre “adentro” y “afuera” es la piel. En mi caso son los párpados. Mis párpados son la puerta por la que voy hacia “afuera”, y cuando la cierro me es más fácil ir hacia “adentro”. Claro, porque mis capacidades auditivas son limitadas, y las olfativas también, y con el tacto sólo llego hasta lo que efectivamente puedo tocar además de las condiciones climáticas, mientras que con la vista puedo llegar más lejos. En todo caso esta diferencia entre “adentro" y afuera” me es primordial por mi mambo con la autoestima, porque cuando “me miro desde afuera” me veo mucho peor que cuando “me miro desde dentro”. Por supuesto que lo de “mirar” es una licencia poética, no puedo “mirarme” de verdad en ninguno de los dos casos, más bien se trata de “pensarme” desde dentro o desde fuera, algo así como imaginarme cómo me vería a mí misma si yo fuera otra persona. Esto empalma con la intuición sobre

El oído y la vista

Ojos = voluntad, Oídos = instinto

Hace un par de años se me ocurrió que el sentido de la vista tiene que ver con la voluntad y el sentido del oído con el instinto; en parte por gente que conozco y en parte por cosas que siento yo, la sensación de que con los ojos abiertos me fijo en algo exterior, en algo que hay que alcanzar o examinar, mientras que cerrando los ojos el oído se despliega y percibo mucho más mi interior, y lo exterior de otra manera. En ese momento le conté mi intuición a dos personas: mi tía psicóloga especialista en sordos y un amigo que es al mismo tiempo fotógrafo y músico. Mi tía me dijo que nunca había leído ni escuchado nada al respecto ni nunca lo había pensado así tampoco, y que “quizás vale sólo como imagen literaria”. Mi amigo músico y fotógrafo me dijo “Algo es cierto, instintivamente cuando uno quiere "dejarse llevar", lo primero que hace es cerrar los ojos...“. Rubén por su parte coincidió totalmente en que el oído tiene que ver con el instinto.

Hay algo físico, porque podemos controlar el no ver cerrando los ojos, bajando los párpados, mientras que los oídos no tienen “párpados” que podamos cerrar para no oír cuando no queremos. Por esto y porque el oído tiene que ver con el equilibrio pareciera que está mucho más unido a nuestro ser vital, primordial, básico. Además los humanos sólo tenemos vista frontal y lateral, mientras que con el oído percibimos 360 grados. Si nos guiamos por la vista estamos “frente a” o “de espaldas a” o “al lado de “, en cambio con el oído siempre estamos “en”. Podríamos decir que el oído nos da nuestra ubicación en el mundo, mientras que la vista nos permite aprehender lo que está mucho más lejos que nosotros mismos. (*) (**)

Un poco después me puse a pensar en la creación...

La creación como droga

Quería escribir una entrada con este título que empezaría diciendo “no me refiero a la creación divina del universo, a la existencia del universo como obra de un demiurgo alucinado (aunque bien mirado podría ser) sino a la creación humana como estimulante y euforizante”. Cuando empecé cuentogotas vi que muchas veces después de escribir una entrada me quedaba en un estado “alterado” de excitación y placer, una especie de “viaje” del cual no era tan instantáneo bajar, entre otras cosas porque no tenía ninguna prisa por bajar: era un aleteo expectante y vigoroso que seguía su propio curso independientemente de mí por más que fuera yo la impregnada. Era una sensación muy intensa y placentera, el escribir se convertía en alimento, y su poder nutritivo seguía en mí un tiempo más después de haber acabado la escritura. Pienso que su efecto era tan fuerte porque hacía mucho que no me expresaba cotidianamente de esta manera, había perdido el  hábito y por eso cada vez que lo vivía tenía muchísimo efecto en mí.

La creación como terapia

Después pensé escribir una entrada con este título, porque cuando empecé cuentogotas lo hice para curarme, y dio resultado. Estaba atravesando un largo y abrumador período de angustia y oscuridad, y me propuse pensar cosas lindas cada día y compartirlas, obligarme a encontrar algo agradable en cada jornada, aunque fuera algo tan pequeño e insignificante como una gota de agua. Tenía la idea de armar un blog desde un año antes porque me entusiasmaba la posibilidad de en cualquier momento escribir lo que se me antojara y publicarlo inmediatamente, pero pasaba el tiempo y no había hecho nada para crearlo. Y una noche Rubén me dijo “te quería mostrar qué fácil que es crear un blog” y para probar tuve que elegir un nombre para mi blog y un nombre para mi cuenta de blogger y se me ocurrieron ambos en un destello: cuentogotas, porque lo que quería hacer era como contar las gotas que se deslizan por mi ventana un día de lluvia, y gotamarina, en minúscula (“marina” ya existía, claro) porque yo misma era una gota más de las que contaba, tan insignificante como ellas, una más en el océano.

Surtió efecto. Al principio pasaba de la angustia a la euforia, como ya conté, pero cuando cuentogotas se hizo cotidiano en mi vida, me di cuenta de que estaba mucho mejor que antes de empezarlo, que el hábito de autoexpresarme me daba mucho bienestar cotidiano.

La creación como excelencia vs La creación como modo de vida

Entonces me enviaron por e-mail un artículo firmado por Juan Martín Bregazzi que comienza así:

¿Qué es aquello que surge cuando una mujer o un hombre se sienta a escribir? La respuesta parece resultar sencilla. Lo que se escribe es un texto y, por su contenido, podrá ser una novela o un ensayo filosófico, entre muchos otros géneros posibles. Pero, ¿quien redacta ese texto es, de manera irremediable, un escritor? Para José Pablo Feinmann “no cualquiera puede escribir”, y afirma que además, muy pocos pueden ser definidos como “escritores”. El, junto a León Rozitchner, conferenciaron el sábado a la tarde, en la Biblioteca Nacional, bajo el marco de la celebración que la Biblioteca está llevando a cabo por sus doscientos años. Tomaron a la escritura como objeto de análisis y reflexión, y entre desvíos y desplazamientos, intentaron vencer las definiciones comunes y brindar una visión distinta sobre el “arte de la palabra” –tanto como hecho en sí mismo, y como acto de creación en la Argentina del Bicentenario–.
“Afortunadamente apareció Internet –comenta Feinmann–. Ahí están los blogs, los foros, y todos ‘escriben’. Todos vuelcan su subjetividad tan apreciada –por ellos– y considerada tan valiosa como para ser puesta al examen universal, en un blog.” El público del auditorio se ríe y festeja las ironías del filósofo, quien continúa intentando demarcar lo que él considera que debe ser un escritor. “Cuando se presentan en un concurso literario 700 novelas, uno dice, definitivamente, que no puede haber 700 escritores. Es más, dudaría que hayan existido más de sesenta en todo el siglo XX.”

Me quedé pensando en lo que dijo Feinmann, en su momento me quedé con las ganas de comentarlo en cuentogotas, aunque no sé exactamente qué dijo ni qué quiso decir, sólo leí estas frases sacadas de contexto y entrecomilladas por el periodista.

Pensé en la fotografía: es cierto que ahora cualquier mamerto puede tener una cámara digital, sacar fotos automáticamente en foco con la luz ajustada y los colores reforzados, modificarlas con el photoshop y subirlas al fliquer, pero no por eso yo diría que sólo existen diez buenos fotógrafos por década. Amo a Cartier Bresson, a Doisneau, a Ansel Adams, a Sebastián Salgado, pero también veo miles de fotos de desconocidos que están alucinantemente buenas, y ¿qué corno me importa cómo las elaboraron? La imagen es hermosa y me emociona. Benjamin habló de “la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” indagando qué pasa cuando un cuadro famoso puede ser reproducido por medios cada vez más fieles: ¿qué valor tiene “el original” cuando sólo pueden distinguir entre original y copia unos pocos eruditos? ¿Tiene un “aura” la obra de arte que la hace única? Y si Benjamin se preguntó esto en 1936, ¿qué decir ahora, cuando no sólo se pueden reproducir al infinito las obras de arte consagradas, sino que también se pueden producir fácilmente miles de nuevas obras artísticas y difundirlas por la web? Me suena un tanto reaccionario despreciar miles de obras humanas por el hecho de que ahora abundan más que antes y decretar que sólo unas pocas son las válidas. Es la vieja idea de que el arte tiene que ser de unos pocos privilegiados, que el arte tiene que ser trabajo y sufrimiento, y que si algo es masivo no es arte.

Por otro lado, por supuesto que mi subjetividad me importa como para mostrarla, ¡eso es lo que me cura! Expresar mi subjetividad me cura y curaría a cualquiera. Dos libros que me han hecho mucho bien coinciden en esto: Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola-Estés, y Free Play de Stephen Nachmanovitch. Ambos coinciden en esta idea: crear/improvisar nos hace vivir bien, y no se trata de hacer arte, sino de vivir de forma creativa, emprender la tarea que sea con entusiasmo y dedicación e intentando poner o sacar lo mejor de nosotros al hacerla. Me gustó muchísimo esta frase de Nachmanovitch: “Toda acción puede practicarse como un arte, como un oficio o como un trabajo penoso”. Cualquier actividad que realizamos con entusiasmo puede convertirse en una pasión, en un arte, en una cura, no importa si es música, literatura, plástica, danza, teatro, jardinería, medicina, mecánica, informática, cocina, costura, deporte, negocios, etc, etc. Lo que importa es que uno esté presente en lo que hace, en comunión con su tarea. Cualquier actividad realizada con este espíritu nos expresa, y en ella volcamos nuestra “subjetividad”, y manifestarnos de esta manera nos hace vivir mejor.

Ahora bien: cuando contemplamos el resultado de nuestros actos pensando en cómo nos han servido para expresarnos y vivir mejor, estamos mirándonos “desde adentro”, y está todo bien. Pero cuando miramos el resultado de nuestros actos pensando cómo podrían ser catalogados, preguntándonos si lo que hemos hecho es o no arte, estamos mirándonos “desde afuera”, y ahí se arma la galleta. Es notorio que el capítulo a mi entender más flojo del libro de Nachmanovitch comienza así:

“Mientras íbamos en el auto a cenar con un amigo, le describí algunas de mis esperanzas con respecto a este libro: que ayudaría a la gente a encender su propia creatividad, que afirmaría su inalienable derecho a expresar lo más profundo que hubiera en su imaginación por el medio que le pareciera mejor. Cuando llegamos al restaurante, mi amigo, con severa actitud, me dijo que esperaba que mis intentos por facilitar la expresión creativa no terminaran llenando el mundo de lecturas de poesía mediocre, conciertos aburridos, películas malas y pinturas espantosas.”

¡Cómo lamento que Nachmanovitch haya ido a cenar con ese amigo tan agreta mientras todavía estaba escribiendo el libro! Porque la observación de su amigo hace que Stephen se meta en un berenjenal tratando de responder preguntas como “¿Qué es la calidad? ¿Qué es lo bueno? (…) ¿Usamos la misma palabra para describir a un afanoso pintor de los domingos que para describir a Leonardo da Vinci? (...) ¿Cómo sabemos si nos estamos engañando, o en qué momento nos estamos engañando?” y para responderlas elabora las cuatro páginas mas penosas del libro, porque por supuesto no hay respuesta. Por un lado, la respuesta tiene que ver con cánones de belleza y consagración que cambian de época en época y de cultura en cultura. Pero lo más importante es que plantear estas preguntas atenta contra la propuesta primordial del libro, contra el impulso sanador que proponen Clarissa y Stephen; la diferencia es que Clarissa no le está hablando a “artistas” sino a “mujeres” y hombres que se sienten interesados mientras que Stephen se planteó hablar de “arte” y cree hablarle a “artistas” y por eso la observación de su amigo le hace pisar el palito.

Mi respuesta es: ¡al corno la búsqueda de la excelencia! De lo que estamos hablando es de explorarnos a nosotros mismos y desarrollar nuestras mejores capacidades. Si el resultado no es “estético”, no es “artístico”, no es “valioso”, no es “bueno”, ¡que nadie lo mire ni lo escuche! Muy posiblemente nunca estaré en la lista de los 70 escritores del siglo según Feinmann ni en ninguna otra mención de honor de ningún otro mecanismo consagratorio, pero no obligo a nadie a leerme ni le hago mal a nadie, es más: expresándome en un blog no necesito papel para difundirme y se talan menos árboles. Es cierto que las computadoras están fabricadas con materiales perjudiciales para el medio ambiente y para los paises de donde se explotan, pero nadie se va a comprar una computadora para leerme a mí, se la compra porque quiere, y en una de esas tal vez me lea un rato en su vida.

La creación en la educación

Tanto Clarissa como Stephen dicen lo mismo: la capacidad de crear está en todos los seres humanos, si no podemos crear no es por carecer de ella sino por estar bloqueados. El trabajo a emprender es desbloquearnos, y el trabajo como padres, madres, educadores o simplemente adultos que estamos cerca de niños es tratar de evitar los bloqueos de nuestros hijos (educados, amigos), suponiendo que esto fuera posible. Ken Robinson coincide con Clarissa y Stephen: todas las personas tienen un talento natural para algo, todas pueden ser "buenas" en algo, pero después de terminar la escolarización muchas personas están convencidas de que no sirven para nada.

Robinson dice algo muy simple: todos los niños son creativos porque no tienen miedo a cometer errores. Pero nuestro sistema educativo difundido en todo el planeta recompensa los aciertos y penaliza los errores. Por lo tanto, al finalizar nuestra educación, los adultos tememos cometer errores. Robinson dice: no es que estar equivocado sea sinónimo de ser creativo, pero si no nos animamos a cometer errores no seremos capaces de pensar algo nuevo, y no seremos creativos.

Clarissa y Stephen hablan del desbloqueo creativo en un plano individual, personal, mientras que Robinson nos hace ver la dimensión global del error en que estamos. Continuamos manteniendo un sistema educativo que fue creado cuando el mundo era muy diferente a como es ahora, y que atiende a necesidades y concepciones obsoletas; no sólo no sirve para el mundo actual sino que, puesto que no tenemos idea de cómo sera el mundo dentro de 5 años,  se vuelve necesario abrir el juego y fomentar otros desarrollos humanos, pasar de una educación lineal e industrial a una educación orgánica, que provea las condiciones para que cada ser humano florezca a su manera. Según Robinson resulta  imperioso hacer una revolución de la educación mundial porque estamos atravesando una crisis de recursos humanos tan grave como la crisis de recursos naturales. Les animo a escuchar completas sus dos conferencias porque dice muchas cosas interesantes, la primera es muy divertida y la segunda tiene un final muy conmovedor y elocuente. Y lo que dice no sólo se aplica en  la educación, sirve para pensarnos a nosotros mismos tal como somos.








Por qué el arte es sagrado (adenda 18.06.2013)

Hace un tiempo sentí con total claridad que el arte es sagrado por cómo puede mutar nuestros estados de ánimo, por todas las veces en que me sentí desasosegada, inquieta, ansiosa, perdida, desalentada, confusa, y escuchar, leer, ver, sentir una obra artística aplacó mi desazón y me colmó de calma. Una experiencia así es sagrada, el arte es sagrado porque una y otra vez nos brinda esta experiencia, y los artistas merecen ser reverenciados por aportar sus dones. Recién, por casualidad como pasan las cosas en la web, llegué a esta charla TED y me fascinó, es tal cual lo que pienso y siento y se vino derecho para El tintero, donde debe estar:

  


(*) Postscriptum 24.04.2011: acabo de leer un artículo sobre la percepción cerebral del tiempo y dice algo sobre el oído que parece tener que ver con mi intuición:

"El misterio real es cómo está todo coordinado. Cuando uno mira un partido de pelota o muerde un hot dog, los sentidos están en perfecta sincronía: miran y escuchan, tocan y gustan la misma cosa al mismo tiempo. Sin embargo, operan en velocidades fundamentalmente diferentes, con diferentes aportes. El sonido viaja más lentamente que la luz, y los olores y gustos más lentamente todavía. Aun si las señales llegaran al cerebro al mismo tiempo, serían procesadas a diferente velocidad. La razón de que una carrera de cien metros comience con un disparo de pistola en lugar de con una explosión de luz, señaló Eagleman, es que el cuerpo reacciona mucho más rápidamente al sonido. Nuestros oídos y córtex auditivo pueden procesar una señal cuarenta milisegundos más rápido que nuestros ojos y córtex visual –más que compensando la velocidad de la luz. Es otro vestigio, quizás, de nuestros días en la jungla, cuando oíamos a un tigre mucho antes de verlo."

(fragmento de "El cerebro inventa el tiempo, por Burkhard Bilger", nota sobre el neurocientífico David Eagleman, leída en  el puercoespin)

(**) Postscriptum 21.07.2013: Recibí y vi una charla TED dada por Bernie Krause, un científico que desde hace décadas graba sonidos de la naturaleza, lo que él llama "soundscapes" (paisajes sonoros) y los estudia para ver qué información nos pueden dar, y llegó a la conclusión de que cada paisaje tiene su propia "firma", su propia identidad sonora, compuesta por la "geofonía" (los sonidos provenientes de objetos no vivos), la "biofonía" (los sonidos provenientes de los seres vivos) y la "antropofonía" (sonidos provenientes de la acción humana) y que la antropofonía perturba el ambiente de tal forma que antes los ojos no vemos el cambio, pero el soundscape, el paisaje sonoro, sí que testimonia ese cambio, y en ocasiones nunca se recupera. Les dejo un fragmento de lo que dice que parece apoyar mi idea sobre el oído y la vista, y si quieren escuchar la charla completa pueden seguir el enlace:

"And where environmental sciences have typically tried to understand the world from what we see, a much fuller understanding can be got from what we hear. Biophonies and geophonies are the signature voices of the natural world, and as we hear them, we're endowed with a sense of place, the true story of the world we live in. In a matter of seconds, a soundscape reveals much more information from many perspectives, from quantifiable data to cultural inspiration. Visual capture implicitly frames a limited frontal perspective of a given spatial context, while soundscapes widen that scope to a full 360 degrees, completely enveloping us. And while a picture may be worth 1,000 words, a soundscape is worth 1,000 pictures. And our ears tell us that the whisper of every leaf and creature speaks to the natural sources of our lives, which indeed may hold the secrets of love for all things (...)"


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