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Manuel y sus inventos para adentrarse en agujeros negros

"... y se metió en un agujero negro, pero llevaba una linterna de luz inabsorbible."

Baño de sol

De todos los misterios de la existencia humana, como por ejemplo el nacimiento, la muerte, la existencia o inexistencia de dios, el alma, etc, el misterio que siempre me ha consumido más energía es el de las relaciones humanas. Pasan los años y las personas que me rodean no dejan de sorprenderme, y no me sorprenden en sí mismas sino en relación conmigo, por lo que (me) dicen o callan y lo que hacen. Si las relaciones, encima, son a la distancia, la cosa deviene un caleidoscopio: cada hecho minúsculo y en sí mismo insignificante como una cuenta de plástico de color se ve reflejado y multiplicado en mil facetas cambiantes, inasibles y desconcertantes.

En estos días estoy pasando un nuevo momento de malestar y amargura por un malentendido que se dio en paralelo con dos amigos distantes. Por más que intento dejar de pensar en eso y esperar a que pase el tiempo, la historia vuelve una y otra vez a mi mente y me pregunto qué sienten ellos con lo que yo hice o dije, por qué ellos dijeron o callaron o hicieron lo que han hecho, y no le veo sentido a nada, me siento mal y temo que el malestar se instale y la situación ya no se revierta más.

Por suerte salió el Sol y nos fuimos de picnic a la montaña, junto a una fuente donde antaño íbamos seguido a buscar agua. Comimos pan con jamón y queso, y berberechos y calamares de lata con vino tinto, nos tiramos al sol y después subimos y bajamos la ladera por caminos viejos y nuevos. El sol estaba espectacular, la temperatura perfecta para mí: amablemente cálido, abrigaba y no agobiaba, como una cuna gigantesca que nos tuviera en sus brazos meciéndonos sin darnos cuenta. Estuvimos más de cinco horas al sol, y al final de la tarde me sentía limpia, el malestar se había evaporado, ya no había inquietud ni interrogantes sobre mis amigos, como si el Sol me hubiera bañado y me hubiera dejado inmaculada y perfumada como un bebé.

Repentina Primavera

Me estuve acordando de los interruptores de luz que había cuando era chica, ésos que estaban formados por una placa de plástico blanco rectangular con dos agujeros para pasar los tornillos que tenían su cabeza también de plástico blanco cuadrada, con otro agujero rectangular por donde aparecía el interruptor propiamente dicho, una pieza negra con forma de cuña, digamos, que se movía para arriba o para abajo con rigidez mecánica y casi casi hacía ¡clac! al cambiar de posición. Antes eran los únicos que existían (con sus variantes, por ejemplo: dos o tres agujeros para las piezas negras sonoras) y ahora ya no se ven por ningún lado. Eran lindos, o ahora me parecen lindos porque me hacen acordar a mi infancia.

Me acordé de ellos porque me invade la sensación de que existe uno así en algún lado que es el que enciende la Primavera, porque la misma semana en que hubo un temporal de nieve fenomenal, que cortó carreteras y tiró abajo postes de electricidad dejando muchas gente sin luz, agua, calefacción, etc, la misma semana a los pocos días resplandecía el Sol y explotaban brotes verdes, flores de todos colores y mariposas. Cosa de locos, la verdad. (No describí la nevada porque cosa curiosa: ¡en mi pueblo la nieve no cuajó! Estaba nevado todo alrededor, pero nosotros no). Tengo fotos de la primavera incipiente, en cuanto pueda las subo.

Los arbolitos de nuestra cuadra, por ejemplo, en dos días se llenaron de flores rosadas que ocupan toda la copa. E inmediatamente se dedicaron a perderlos, alfombrando la vereda. Uno de estos días cuando abrí la puerta a la mañana para ir a trabajar me encontré con una alfombra rosada a mis pies, y tuve la sensación de que me había casado! Parecían pétalos tirados a los novios en una fiesta campestre.





Ilustraciones: Juan Marchesi para La niña que iluminó la noche de Ray Bradbury.

10 años es mucho

Además de ser el Día de la Mujer, o de la Mujer Trabajadora, si mi memoria no falla (pero a juzgar por la entrada anterior, es muy posible que falle) hoy hace diez años que dejé de vivir en Buenos Aires, mi lugar natal. Como siempre, las décadas completas imponen el ser nombradas.

A veces tengo miedo de ser una replicante

Ella se pregunta si es o no un ser humano y va a verlo a él, que sabe la respuesta. Él le dice la verdad. Ella argumenta, enarbolando sus recuerdos de infancia. Implantes de recuerdos, dice él, de la sobrina de su Creador. Pero al ver la reacción de ella se echa atrás: Olvídese, es sólo una broma.

Él se recuesta en su sillón, agotado de perseguir replicantes para exterminarlos, y se queda dormido. Ella se acerca al piano, mira fotografías antiguas, prueba el sonido de las teclas con una melodía quebradiza, desarma su peinado de maniquí de anticuario y distribuye alrededor de su rostro perfecto de porcelana unos bucles dieciochescos.

Él se sienta a su lado en el taburete del piano, mal despabilado, y le dice que soñó con música. Era yo, dice ella. No sabía si sabía tocar. Recuerdo lecciones de piano. Pero no sé si soy yo, o la sobrinita del Sr. Tyrell.


Los acordes lánguidos de la guitarra revolotean sobre todos ellos, impregnando el aire con una pregunta que no llega a formularse en ninguna mente. ¿Alguna vez estuvieron juntos realmente? Tal vez, a pesar del tiempo compartido, a pesar de haberse visto, olido, sentido y escuchado, nunca estuvieron unos con otros, sino cada cual consigo mismo y fantasma para los demás. El reencuentro con el pasado se vuelve de pronto una ilusión imposible, tan imposible que desdibuja al mismo pasado.Sonia prueba el café recién hecho, y cuando sus labios sienten el sabor y el calor del café, recuerda cuando horas antes fue a la playa. Caminó las cuadras de distancia entre la casa y la playa tan atrapada por sus pensamientos, que fue recién cuando las plantas de sus pies tomaron contacto con la arena tibia, entonces enfriándose, que se dio cuenta de que se había iniciado el crepúsculo. Maravillada, contempló el espectáculo que tenía ante sus ojos, sintiendo la alegría del milagro cotidiano nuevamente renovado. Como el sol extendía sus rayos por todo el orbe, iluminando con luz dorada todos los rincones del cielo y del mar, Sonia tuvo la sensación de haber entrado no en un momento sino en una zona; y recordó, al mismo tiempo, los canales de Amsterdam, gris plata bajo la luz del invierno, y los anocheceres azuldorados en la rambla de Montevideo. Y ahora, en la noche, ante el sabor amargo y caliente del café, siente que sí es posible un reencuentro con el pasado, pero adentro de uno mismo, en los sueños y en la memoria.

... escribí a los treinta.

Pero pasan los años, y los recuerdos se apelmazan, se superponen y se contagian unos de otros. De tanto esforzarse por asimilar nuevas vivencias, la unidad central de procesamiento comienza a sobreescribir archivos unos sobre otros, dejando escombros deshilvanados entre medio. Sin tiempo ni espacio para desfragmentarse, la memoria almacena la información en resquicios desconectados. Los lugares se confunden, las personas se aglutinan, y las sensaciones danzan en el aire sin saber a qué agarrarse. ¿Era yo la que se fue al mar con los aqueos y dejó diez años de su juventud sitiando un sueño que se entregó con argucias? ¿Era yo quien tardó diez años más en volver a su hogar, para descubrir que ya nadie me espera ni me reconoce? El yo que protagoniza los recuerdos se ha vuelto tan lejano que parece pertenecer a otra persona. Las moléculas que albergaron mis otros yo ya no están, y antes de irse depositaron queseyó cuál yo en las nuevas moléculas que venían a reemplazarlas, pero en el traspaso la información vibró y se transmitió alterada.


Postscriptum

La prueba de que los recuerdos se apelmazan es el primer párrafo de esta entrada: sin darme cuenta junté dos escenas de Blade Runner y las condensé en una sola. Hasta no volver a ver fragmentos de la película no recordé que entre el primer encuentro y el segundo pasa algo que cambia sustancialmente la relación entre ellos dos. En cambio las líneas de diálogo las recordaba bastante bien.


La yapa


Poema final de Blade Runner. En una época lo había pintado en la pared de mi casa. Siempre me estremece escucharlo.


I've seen things
........................you people
wouldn't believe.

Attack ships on fire
.......off the shoulder of Orion.

I watched C-beams
glitter in the dark near Tannhäuser Gate.

All those moments
.....................will be lost
......................................in time
...........like
.................tears
....in rain.
Time
.........to die.


Probablemente la película más lluviosa que vi en mi vida.

Una galantería manuelesca

–Manuel, ¡cada día estás más lindo!
Y vos, estás igual.

Por lo tanto no empeoro. A cierta edad, es el mejor piropo que podemos esperar.


Fotografía: Obnebur.