Me acordé de las lombrices.
Levantábamos las piedras grandes (¿lajas?) que formaban un camino sobre el pasto y encontrábamos la tierra negra y húmeda y las lombrices. Me gustaban. Tan vivas y cercanas, y nadie las veía. Me decían que eran buenas, que hacían bien a la tierra.
Me acordé de cómo se movían.
LIBROGS - Mis libros en el éter informático
Me expando en la ué como gayeta en el agua
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