Me puse a pensar después de leer a Clarissa y recordar al Sí-Mismo de Jung, y después de hablar con un amigo y que me recordara a Freud, y me dije:
Evidentemente si imagino que tengo dentro mío un padre severo y castrador que me obliga a hacer lo que le parece aunque yo no quiera, que la parte de mí que quiere jugar y divertirse es como un niño desbocado y egoísta al que hay que mantener a raya, y que la parte de mí que queda libre entre estos dos personajes es una pobre personalidad maltrecha y magullada por los tironeos de ambos, si imagino todo esto, me sentiré diferente que si dentro mío siento un centro psíquico de unidad e integridad atemporal, ligado a la especie. Y tam

Pero un poco después me surgió otra imagen, esta vez no por lecturas sino por esta búsqueda de la salud psicorporal en la que me encuentro. Ahora imagino mi psiquis como un organismo vivo que se alimenta diariamente con lo que encuentra. La imagen surgió por mi respiración: ¿y si mi psiquis estuviera entorpeciendo mi respiración para darme a entender que tengo que encontrar una nueva respiración, es decir una nueva fuente de alimentación? ¿Si estuviera tratando de decirme que deje de alimentarme del alimento psíquico que vengo tragando desde hace años y que me busque otra fuente más nutritiva? Imaginemos la mente como un organismo vivo, no en el sentido en que cualquier neurocientífico diría que la mente son sólo neuronas y asociaciones nerviosas entre ellas, no, imaginemos algo más interesante, un ser vivo que necesita como todo ser vivo alimentarse por lo menos una vez al día, e idealmente varias veces al día, o quizá todo el tiempo, y que diariamente se alimenta con lo que recibe en su entorno, entendiendo "entorno" tanto lo exterior como su propia capacidad y función psíquica; algo así como si es

Más allá de cuál imagen elegimos, incluso si cambiamos de una a otra según cuál nos sea más útil en cada momento de nuestras vidas, lo que sí veo claro es que podemos pasarla muy bien o muy mal según con qué imágen nos quedemos. Me hace acordar cosas que escuché sobre "la imagen corporal", es decir algo así: todos tenemos un cuerpo, pero además tenemos una imagen de nuestro propio cuerpo, y a menudo puede estar muy distorsionada. Por ejemplo, una persona anoréxica sigue viéndose horriblemente gorda por más que se le asomen las costillas. Algo así puede pasar con nuestra "imagen psíquica". Podemos estar convencido de que somos unos seres tortuosos y abominables, cuando en realidad los sentimientos que tenemos son de lo más comprensibles y humanos que hay (o animales, en el sentido de Clarissa). Cuánta fuente de tortura espiritual por temor al pecado desaparecería si dejáramos de sostener la imagen psíquica que está por debajo. Cuánto mejor lo pasaríamos si nos acogiéramos a una imagen psíquica benévola y tolerante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario