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Sueño (ZC)


Sueño con una lluvia que cae lentamente, tan lentamente que no la veo caer, sino permanecer suspendida en el aire cálido y duro. Es una lluvia de gotas pequeñas y brillantes, tan pequeñas y tan brillantes que no sé si son gotas de lluvia o pequeños puntos de oro incrustados en el aire, a distancias irregulares unos de otros. Tampoco sé si lo que hay entre unos y otros es aire; parece algo más denso y más pesado. Me muevo en este nuevo aire punteado y encuentro zonas donde la concentración de puntos, por ser mayor, forma vetas brillantes en el aire denso, y entiendo que son las ráfagas del viento nuevo. En este aire espeso y cristalino mis movimientos son más lentos pero más precisos; mi cuerpo es más firme y más pesado, y busca algo. Es esta lluvia inmóvil que puntea el aire y multiplica reflejos la que no me deja encontrar aquello que busco, sea lo que fuere. Sé qué busco aún sin saberlo; no lo recuerdo pero sé que al encontrarlo lo recordaré. Es mi cuerpo con su nuevo peso, también él punteado por la lluvia metálica y cálida, quien recuerda qué busco, y quien lo encontrará. Pero mi mente sólo ve una marcha errática y punteada en un aire cálido y lluvioso.
Algo encuentro en mi sueño, pero no puedo soñarlo. Es algo que sólo puede entrar en mi sueño rompiendo este aire de cristal líquido y gotas de oro. La lluvia tiembla, derramada en mil frágiles puestos de gotas brillantes. ¿O es mi cuerpo quien tiembla, temiendo derramarse? La lluvia está en mis venas y como lunas crecientes los puntos de oro buscan más cielo. Es mi cuerpo quien tiembla en lunas de azúcar y hiel; él es este maremoto viscoso de jugo de fruta y sangre de arena, este temblor de tierra nueva y abierta a la siembra de estrellas marinas.
Cuando me despierto mi cama es un mar de pimpollos violetas, y yo estoy cansada como si no hubiera dormido.

De Zona crepuscular, Buenos Aires: ediciones botija, 1995.

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