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Une fleur

Nuestra casa tiene, por llamarlas de algún modo, tres áreas verdes: el patio de adelante, el jardín de atrás, y el pasillo del costado. Este último casi no es un área verde, pero como buena parte del año está cubierto por las hojas de la vid que lo recorre en su totalidad, también lo agrego a la lista.
De las tres, nuestra preferida es el jardín de atrás, la única con suelo de tierra y pasto, la más grande, donde se impone el cerezo, enorme y central, seguido a cada lado por el olivo y el damasco, y más atrás la vid, los rosales, etc etc.
El patio de adelante tiene suelo de cemento y está más expuesto a la vecindad, por eso lo usamos menos, pero es muy agradable cuando cae la tarde en verano, porque atrás da todavía el sol y en cambio adelante la sombra trae algo de fresco. Está presidido por el níspero, a su lado pequeñajo el limonero, y tiene muchas otras buenas compañeras: una conífera, un arbolito de flores lilas y un arbusto de flores blancas, más rosales, el seto, etc.
Pero además alberga una gran sorpresa: unos tallos verdes, por los que no daría nada el resto del año, de golpe en verano florecen y dan al mundo unas flores de una belleza exquisita.
La primera vez que aparecieron no podía creer que hubiera aparecido algo así de la nada en mi jardín. Este año estaba sobreaviso, y cuando vi los primeros signos de su nacimiento nos dedicamos a fotografiarla; sabemos que dura poco.
Es tan bella que me siento cretina tratando de describirla, por eso mejor que hable por sí misma a través de sus retratos:






En los días de su nacimiento, desarrollo y caída, estuve pendiente de ella, y volvieron a mi mente los versos de Une fleur, en realidad los últimos diez versos del poema que son lo único que conozco gracias a la propuesta de Meteco en Pan de humo en septiembre del año pasado (la traducción es de Meteco):

Los diez últimos versos de Une Fleur, de Fernand Gregh

A peine elle vivra quelques matins d’été ;

Et pourtant, loin de l’homme et de sa turbulence,

Mieux qu’en de longs jours agités,

Heureuse, dans sa calme et brève somnolence,

Elle suspende la vie à sa sérénité.

L’instant au-dessus d’elle a l’air d’être arrêté;
Parfois même, on croirait entendre palpiter
Son vol fixé qui se balance…

Et le temps vient de mourir au bord de son silence,

Et l’on sent vivre en elle un peu d’éternité.


Una flor


Apenas vivirá algunas mañanas de verano

Lejos del hombre y de su vida turbulenta,
Libre de interminables días agitados,
Feliz, en su calma y breve somnolencia,
La vida pende de su serenidad.
El instante que la sobrevuela parece detenido;

Incluso a veces, se creería oír palpitar
Su vuelo fijo que se balancea…

Y el tiempo viene a morir junto a su silencio,

Y se percibe en ella un poco de eternidad.

Por lo que entiendo el poema habla de una flor más sencilla que la mía, una flor silvestre y campesina, o al menos eso imaginé yo las primeras veces que lo leí. Mi flor es sofisticada y elegante como se imagina a sí misma la rosa del Principito, y como él yo me quedo fascinada mirándola y cuidándola de las corrientes de aire (tigres y baobabs por acá no tenemos). Pero algo hay en la delicadeza de la flor que me parece en sintonía con la delicadeza del poema.




Fotografías y video: yo (¡primera vez en mi vida que uso el MovieMaker!) con música de Rubén Botas.

1 comentario:

Obnebur dijo...

todo lindo lindo (no lo digo por la música del video aunque también me gusta)