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El habitante del buzón


Es una lagartija pequeña, de las que hay mucho por aquí, que parece encontrarse a gusto en el buzón de las cartas de la entrada, y así cada vez que me fijo si hay algo para nosotros la veo escurrirse por entre los costados, alejándose de mi mano. Acá les dicen "dragones", y me hace mucha gracia imaginar que son dragones en miniatura, y en catalán les dicen llangardaix o sargantana, dos nombres que me gustan mucho.

Actualización del jardín

El cerezo se llenó de hojas y cambió sus flores blancas por pelotitas verdes.
El damasco se cubrió de hojas de la cabeza a los pies.
Florecieron los rosales grandes. Primero el de la entrada, con rosas muy abiertas de pétalos que empiezan de un rosa fuerte, casi fucsia, para pasar desflecadamente al blanco. También otro de la entrada con una sola rosa blanca. Después los del fondo, con rosas muy señoriales, erguidas muy rectas, de un rojo tan profundo y terso que parecen de terciopelo.
El rosal trepador del costado está lleno de pimpollos pero ninguno abierto.
Las vides ya tienen brotes verdes por todos lados.
El árbol de la entrada apareció con ramilletes de flores pequeñas, lilas, muy juntas entre sí, como si fueran una sola, me hacen acordar a las hortensias.
El árbol de adelante al costado ya tiene sus flores blancas tan fragantes, como de novia campesina.
La conífera de la esquina tiene brotes nuevos, de un verde muy claro, al final de cada rama.
El níspero está cargado de frutos verdes.
El limonero renacido de la helada de hace dos inviernos tiene hojas por doquier.
El jazmín del fondo ya tiene alguna florcita blanca.
Un poco de calor y las lagartijas salen a pasear muy orondas y apuradas.




Fotos: gentileza Obnebur.

Vespre

Hoy al atardecer salimos a dar una vuelta con Manuel. En la esquina encontramos la luna llena cerca del horizonte, grande y amarilla, y una nube azul muy bonita. Manuel estaba con su bici, de muy buen humor, y el aire primaveral era delicioso, por fin agradable después de una semana de lluvia y frío. Hoy todo anunciaba el buen tiempo, la época de las noches cálidas con vecinos de tertulia en la vereda, compartiendo la noche. Dimos una vuelta por nuestro pueblo tranquilo y silencioso, tan amigable aunque no haya nadie en las calles, con sus sierras cerca y sus casas buenas, la luna acompañándonos, la temperatura ideal para estar afuera, que entré en un momento de paz y serenidad muy reconfortante.

Manuel dijo:


"Las palabras son invisibles"

demostrando que, de momento, o mejor dicho, en el momento de elaborar este pensamiento, tira más el padre músico que la madre escritora, que para él "las palabras" son primordialmente las que pronunciamos y escuchamos, más que las que escribimos o leemos (y eso que lee muuucho desde hace mucho).

Hierbas aromáticas al paso


Esta mañana salimos a dar una vuelta y Manuel con ánimo aventurero se metió por otro lado y de pronto encontré entre los pastos unos manojos de perejil. He visto y olido albahaca silvestre en Italia, en la Toscana, y menta silvestre y hierbabuena en muchos lados, y peperina y otros yuyos en las sierras de Córdoba, y aquí y allá romero, o lavanda, y alguna otra hierba más, probablemente, pero nunca había visto perejil silvestre al alcance de mi mano, bajo mi zapato.

Amapolas

Otras flores silvestres que me encantan son las amapolas: cuatro pétalos grandes y abiertos de un rojo intenso, gráciles y volátiles al final de un tallo fino y largo, con un centro amarillo con pintas negras. De lejos son puntos rojos móviles que destacan en cualquier campo verde y se mecen a la menor brisa (como dice la canción de cuna: la cuna de mi niño se mece sola como en el campo verde las amapolas, o aa). Son hermosas y simples, mas hermosas por lo simples, ligeras hasta lo inasible, pero no parecen frágiles, por lo menos a mí me dan una sensación de fuerza, una fuerza sabia y serena. Además me gusta el nombre "amapola" (y las semillas de amapola en los panes). En catalán se llaman "rosellas", otro nombre lindo, y Manuel decidió en estos días bautizarlas "pipiripíp".



En Valle Hermoso crecían otras flores silvestres parecidas a las amapolas pero más grandes y altas, en tres variedades de colores maravillosos: unas blancas, otras de un lila muy suave, y otras violetas, y tenían el extraordinario nombre de "cosmos". Pasar por un campo lleno de cosmos era para quedarse mirando un buen rato, entremezcladas las tres variedades de tonos tan armoniosos entre sí como si los hubiera elegido un pintor, meciéndose suavemente, saludando.

Camellos en el baldío

Este fin de semana tenemos circo en el pueblo: le Cirque de Paris ha venido a vernos, con domador de serpientes incluido. Y se anunciaban en la plaza al lado del pabellón deportivo, es decir a la vuelta de casa. Así que esta mañana cuando estábamos por entrar a la escuela con Manuel vimos del otro lado del patio de la escuela unas casas rodantes y camiones azules que imaginamos del circo. Y cuando lo dejé en la escuela y seguí mi camino habitual: rodear la escuela por una calle que sube, pasar por encima de la pista de tennis que está al lado del pabellón deportivo y en este caso también por encima de las caravanas circenses, cruzar la calle y caminar al lado de mi baldío florido, me encontré con un camello pastando en él, y mirando mejor vi que había dos o tres más, que como estaban sentados se perdían entre las matas, pero ahí estaban, tan campantes como si acabaran de dejar a los Reyes Magos en el pesebre, amén de otro ser de alguna especie animal que no identifiqué pero parecía mas bien chanchesca, todo él negro, cruzando la calle olisqueando cosas buenas. Me quedé un rato mirándolos y me dio ganas de sacarles una foto, los camellos con las casas de siempre y las sierras al fondo, pero con el fresquete de la mañana (empezó lluviosa esta primavera) no reaccioné. Cuando pasé a la tarde seguían ahí, pero esta vez ya estaba armada la carpa azul del circo. ¿Iremos mañana con Manuel? A veces me dice que sí, a veces que no. Por lo menos iremos a ver los camellos al baldío.

Ilustración: Luciana Fernández

Manuel dijo:

"... quieta como una pieza de ajedrez..."

Esta vez viene con explicación: él ya estaba en su cama con la luz apagada y, como acabábamos de leer un poema de María Elena Walsh como lectura antes de dormir, le dije que se quedara quieto como la princesa Sukimuki (protagonista de un cuentopo de M.E. Walsh) que tenía que quedarse "quieta, quieta, quieta como una galleta". Yo le decía que se quedara quieto para dormirse de una vez. Y entonces lo oigo murmurar pensativo para sí mismo lo de arriba: "quieta como una pieza de ajedrez" y me pareció una imagen muy poética. Todo un poema en miniatura, como las que le gustan a él.


Baldío en flor

Ayer cuando volvía a casa pasé por un baldío cubiertos con matorrales verdes, aquí y allá unas amapolas rojas, también unas flores violetas muy hermosas, y otras altas un poco espigadas de un verde amarillo. Al doblar la esquina de mi calle me recibieron los jardines de los vecinos que me saludaban floridos.