Hablo por teléfono con un desconocido por cuestiones de trabajo. Hasta diez minutos antes de llamarlo, no sabía que existía una persona con su nombre en el mundo, no sabía nada sobre él. Durante dos o tres días hablamos y nos escribimos varias veces al día para concretar el trabajo. Siempre es muy correcto y educado. Y la última vez, cuando ya está todo resuelto y no queda más que cortar la comunicación, siento una vibración a través del cable telefónico, una vacilación, un inaudible y casi imperceptible pedido de continuar conectados.
Me quedo pensando en lo que pasó, y me pregunto si no tiene que ver con aquello que llamo La Mirada y que intenté describir en septiembre de 2008. Para mí La Mirada siempre fue un acontecimiento presencial, un encuentro de miradas con la presencia rotunda de los cuerpos ofreciendo su disponibilidad. Tal vez en el futuro, si las comunicaciones a la distancia y con webcam continúan expandiéndose, pueda percibir La Mirada sin la presencia física del otro, pero de momento no me pasó nunca.*
Si no tenemos a mano la posibilidad de mirarnos, ¿podemos percibir lo mismo a través de nuestras voces y, sobre todo, de nuestros silencios? Me acordé de que otras veces ya me pasó sentir vibraciones telefónicas con otros hombres; la diferencia es que en los casos anteriores sí conocía a los hombres y ya nos habíamos encontrado en persona alguna vez. Pero gracias al desconocido y lo extremo de la situación (¿a qué obedece ese magnetismo entre desconocidos? ¿es magia o imaginación?) reconocí algo que antes no había reconocido, y es que La Mirada no es sólo mirada, y puede viajar por teléfono.
Fernando escribió en su blog un texto que me parece muy bello, se llama El mapa de los silencios y la parte que más me gusta dice así:
Entre la gente que conozco hay personas que ocultan su persona tras una catarata de palabras: te encuentras con ellas y no paran de hablar. No paran de hablar de sí o de otros. Sólo al final te preguntan "y tú, ¿qué tal?", con el explícito deseo de que no respondas. La palabra se vuelve aquí máscara de protección para no tener que exponer y exponerse realmente.
Y están las personas para las que el silencio es una forma de conversación. Te encuentras con ellas y te das cuenta de que su rostro silencioso es menos una máscara que una pregunta, una invitación a aproximarte al misterio de su vida. El silencio está ahí como los puntos suspensivos de una relación.
Me niego a elegir entre la palabra y el silencio. Pero tengo nostalgia de los mapas del silencio: los silencios que invitan, los silencios que preguntan, los silencios que acompañan, los silencios espejo, los silencios ventana, los silencios puerta.
En los siete grados de relación, el mapa de los silencios representa el territorio de la intimidad. La seducción es el reino de la palabra y el gesto. La intimidad, el del silencio.
Los vagones del metro son lugares en los que me pregunto por los silencio de los rostros. Allí dejamos nuestro cuerpo en silencio; y de pronto las caras alzan el plano de la existencia humana, del mismo modo que los lugares ruidosos, las cafeterías, se convierten en el baile de máscaras en la azotea del edificio social.
Fernando Broncano
Cuando lo leí, además del elogio exaltado, me salió comentar lo siguiente:
Pocas veces en mi vida me ha pasado hablar por teléfono con un hombre y quedarnos ambos en silencio, y que fuera un silencio pleno, sentido, acariciado, y muy excitante. Hasta que no lo viví, hubiera dicho que es increíble. El teléfono es sonido, parece imposible imaginar que el silencio se pueda transmitir a través suyo. Pero es posible... en contadas ocasiones.
No sé cómo terminar esta entrada, pero me gustó mucho el título que se me ocurrió, la mirada en la voz, me pareció muy sugerente (aunque sin la mayúscula me sugiere cosas diferentes a lo que quise decir) y ya confesé mi amor por los títulos... de paso transcribí este texto de Fernando que es tan hermoso, y su idea del mapa de los silencios, que traté de completar con un modesto ejemplo; y, buscando imágenes en la web, encontré las fotos de una exposición llamada "Gotas" con unas fotografías buenísimas.
* Me equivoqué al escribir esto, La Mirada no puede darse a través de webcams porque si miro en mi computadora la imagen de quien me está mirando, quien me mira me ve a mí mirando para arriba, o para abajo, o para el costado; y si miro a la cámara para que quien me mira me vea como si lo mirara, no veo a la otra persona sino un aparatito. Mientras esta cuestión técnica no se solucione (y no sé cuándo podrá solucionarse) no hay Mirada que se produzca a través de webcams.
Fotografía: Gabriela Hennig
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