Supongamos que sueño con un hombre que no existe, y en mi sueño nos sentimos, como se dice habitualmente, "el uno para el otro". Supongamos que en mi sueño yo siento que este hombre es perfecto para mí, y también siento que él siente muchas cosas por mí (pero no hay nadie más que yo, porque es un sueño y todo pasa sólo en mi cabeza).
Supongamos que esto es un cuento que trata de una mujer que todas las noches sueña con un hombre que es perfecto para ella, siempre el mismo, alguien que no existe, pero que todas las noches está con ella mientras duerme, y ella es feliz. Supongamos que en el cuento esto pasa todos los días, todas las noches, y los sueños son siempre tan nítidos, claros, realistas e impregnantes como el primero. Supongamos que, despierta, ella no siente nada semejante a lo que siente en sus sueños.
Supongamos que no sé cómo sigue.
Hay que tomar decisiones. ¿El sueño es siempre el mismo, siempre igual a sí mismo, lo que se llama un "sueño recurrente", y siempre tiene en la protagonista el mismo efecto? ¿O en el sueño se repite el hombre soñado y la buena relación con la soñante, pero las anécdotas cambian de un sueño a otro?
En el primer caso, ella sueña siempre lo mismo, siempre con el mismo placer, no hay en la vigilia nada que se compare al placer soñado, y ella opta por ser feliz dormida. Su vida onírica le da la suficiente fortaleza como para sobrellevar su vida de vigilia. Puede seguir así para siempre...
En el segundo caso, otra vez hay que optar (y aquí me voy pareciendo a un chiste de mi infancia que consistía en repetir infinidad de veces una estructura que se bifurcaba siempre en dos opciones, así: si hace esto, no pasa nada, pero si hace lo otro, hay dos posibilidades: o hace aquello, o hace lo de allá, si hace aquello, no pasa nada, pero si hace lo de allá, hay dos posibilidades, y así siguiendo). Bue, vuelvo: si los sueños cambian de anécdota de una noche a otra, ¿cómo cambian? ¿Se mantiene inmutable el idilio? ¿Siguen siendo el uno para el otro noche tras noche? Si es así, no pasa nada, la protagonista puede seguir así para siempre.
Pero podría ser que de noche en noche, a medida que la relación con el hombre soñado evoluciona, empiecen a aparecer los escollos típicos de toda relación humana. Pero no hay nadie más, sólo la soñante. Ella podría descubrir así que sus relaciones en la vida despierta fallan por sus miedos, porque ella proyecta en las personas que conoce los traumas que le quedaron de relaciones anteriores, o porque ella actúa según sus miedos y esto debilita la relación... No sé si me agrada este camino. Lo veo demasiado psicoanalítico y no me atrae demasiado meterme por estos lares.
O sea que volvamos al punto anterior. Ella sueña todas las noches con el mismo hombre irreal. Cada noche vuelven a sentirse mutuamente atraídos el uno por el otro (pero sólo existe ella). Despierta, nuestra protagonista no vive algo así con nadie, y está convencida de que las posibilidades de vivir algo así con alguien real son mínimas, casi nulas. Soñando, se siente de maravillas. Decide vivir su vida aceptando esta relación de sueño y sin cuestionarse nada. Cuenta con esta relación, sabe que cada noche volverá a encontrarse con su enamorado soñado, y que estará bien con él. Las sensaciones de los sueños son siempre tan reales y la dejan tan impregnada de ellas al despertar que se habitúa a que su principal relación sentimental sólo pueda tener lugar mientras duerme.
Chin pun.
Fotografía: Óvulo humano sobre la cabeza de alfiler. Wellcome Images.
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Me expando en la ué como gayeta en el agua
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