Gracias a las cerezas el jardín está más lleno de pájaros que nunca, se meten el miedo en el bolsillo y se lanzan sobre las frutas. Hace rato que tengo en la cabeza que quiero escribir acá sobre los pájaros, pero va pasando el tiempo y no lo hago (tengo un par de cosas más en mente que nunca escribo). Me encantan los pájaros, me encanta que haya pájaros en el jardín, cerca de mí. Me gusta escuchar cantar a los pájaros, me parece una delicia, un privilegio. Extraño comentario, ¿no? pero se entiende sabiendo que viví los primeros 36 años de mi vida en Buenos Aires y ahí escuchar un pájaro es casi un milagro (se escuchan y se ven palomas, pero no tienen un canto muy llamativo que digamos). Acá aprendí a reconocer las urracas, que no tienen un canto muy interesante tampoco pero de vista sí que me gustan. Y en Girona había muchas gaviotas, aunque no esté al lado del mar. Gaviotas adaptadas a tierra, revoloteaban sobre el matadero.
En fin, volviendo a los pájaros que son chiquitos y cantan tan lindo, que caminan con saltitos y se escapan apenas nos movemos para verlos mejor, que se apoyan en una rama delgada y asombra que puedan sostenerse ahí, que se quedan un ratito y después se van volando a otra ra
2 comentarios:
Lindo. y muy linda la ilustración.
Gracias pa! Por fin aparecés!
La ilustración la encontró Ruben en la web, no sé dónde, y me la regaló hace mucho porque le hacía acordar a mí. Me pareció que tenía que ver, al menos indirectamente, la placidez de la nena-pájaro con lo que yo quería transmitir.
Besitos! y gracias por comentar!
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