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La imprecisión de los oráculos

Cuando decidimos volver a vivir en Buenos Aires, un tema que empezó a preocuparme fue encontrar una buena escuela para Manuel. En Cataluña habíamos tenido mucha suerte con las dos escuelas que nos tocaron en suerte para él: tanto en Salt como en Besalú no elegimos la escuela, lo inscribimos en la que nos tocaba por barrio o localidad, y en los dos casos lo/nos trataron inmejorablemente bien, cosa que fue una gran apoyo para mí en los años catalanes sin familia cerca. Volver a Buenos Aires implicaba una enormísima gama de escuelas posibles, y ¿cómo elegir, después de tantos años fuera, sin haber tenido mis años de madre en Argentina, donde habría podido conversar con otras madres sobre escuelas posibles? ¿Cómo elegir una escuela?

Lo que hice fue estudiar concienzudamente el buscador de escuelas del gobierno de la ciudad, y empezar por las escuelas cercanas a donde viviríamos, tratando de conservar algo que teníamos en España y vimos que era bueno: poder ir caminando a la escuela (cosa que yo no tuve en mi infancia y si no me hubiera ido de Buenos Aires tal vez nunca me habría planteado, pero habiendolo vivido me pareció una gran cosa). El siguiente gran parámetro fue ¿pública o privada? Siguiendo mi experiencia personal primero pensé en escuela privada, pero después me llegaron tantos comentarios buenos sobre las escuelas públicas y tantos malos sobre las privadas, más el hecho de que no sabíamos cómo viviríamos o sea que mejor no comprometerse con pagar una cuota que tal vez nos resultara demasiado cara, que decidí comenzar por las públicas. Un paso anterior fue descartar las escuelas religiosas, porque no practicamos ninguna religión, y las de las colectividades, por muy buenas que fueran, porque habiendo hecho vivir a Manuel una situación de bilingüismo escolar no me parecía buena idea volver a Buenos Aires y meterlo en otra escuela bilingüe diferente. Quedaba decidir si mandarlo a jornada completa (mañana y tarde) o simple (o mañana, o tarde), cosa que dejamos para más adelante según cómo se encaminaran nuestros trabajos, y cuando llegó el momento elegimos simple.

Desbrozado todo el terreno, hice una lista de escuelas por orden de cercanía e intenté conseguir referencias de alguna. Me habría encantado tener algún comentario de alguna madre que mandara a sus hijos a alguna escuela, y algunas conseguí, de amigas de Rubén, pero eran escuelas de jornada completa y sin vacantes. Lo que conseguí fue una lista de escuelas recomendadas por amigos de mi madre que trabajan en el sistema educativo y conocen las escuelas del barrio. Fui a ver las que pude y me encontré con que las escuelas públicas argentinas son en general muy cerradas, casi inaccesibles, y me resultaba desesperante elegir una escuela mirándola desde afuera. Algo tan lógico para mí como que si quiero inscribir a mi hijo en una escuela quiero poder entrar, verla por dentro, hablar con la directora o la maestra, ver a los futuros compañeros, para muchos era una novedad casi alienígena (lo mismo me pasó cuando estaba embarazada y me parecía tan natural querer conocer la sala de parto antes de parir y me miraban como si fuera marciana). Pero hubo una escuela de las recomendadas donde sus directoras nos atendieron muy bien, nos dedicaron mucho tiempo, nos contaron el proyecto escolar, etc. etc., y la escuela tenía muchas cosas que nos gustaban, así que elegimos esa para Manuel.

Empezaron las clases y aparecieron señales de alerta. Veíamos cosas que no nos cerraban, y recibimos comentarios de las maestras y maestros que indicaban que algo pasaba. Manuel no estaba mal, pero tampoco lo veíamos del todo bien. Me puse a buscar otra escuela pensando en cambiarlo al año siguiente, con la preocupación renovada de ¿cómo elegir? Porque si habiendo elegido con tanto cuidado encontramos problemas, ¿qué hacer para evitar los mismos problemas en la siguiente escuela? Cambiar a Manuel para encontrarnos con lo mismo hubiera sido un caso de "peor el remedio que la enfermedad". En eso estaba cuando  a mitad de año nos pareció que era mejor cambiarlo sin esperar más. Era viernes por la tarde y salí a buscar escuelas posibles deseando encontrar una ese mismo día. Tenía referencias de escuelas cercanas pero de jornada doble. Empecé por dos escuelas cercanas de jornada simple. Una la conocíamos un poquito poque el año pasado Manuel hizo un taller de ciencias, fui y me dijeron que había lugar, pero no me entusiasmó demasiado cómo me hablaron. Fui a la siguiente, una escuela de la cual no sabía nada de nada, nunca nadie me la había nombrado, y por lo tanto nunca le había prestado atención. ¡Y me encantó! Me recibió la vicedirectora, me pareció adorable, estuvimos un rato charlando y me pareció que valía la pena el cambio. Manuel empezó en la escuela nueva el lunes siguiente. El martes tuvo un momento de crisis y no quiso ir, y yo le insistí en ir hasta la escuela a charlar con la vice, estaba segura de que nos ayudaría, y así fue, nos atendió super bien y Manuel superó la crisis. Después conocí a la directora y también es adorable. La escuela está abierta de par en par, los padres podemos entrar con los chicos, escuchar las palabras de la directora que saluda a los chicos cada día y les da un discursito muy amable, y después nos saludan y nos vamos. Cuando fue el acto del 9 de julio, se me caían las lágrimas todo el tiempo, me dije que estoy hecha una reblandecida absoluta si lloro en un acto escolar, pero no podía parar. Creo que sentí que por fin podía darle a Manuel algo parecido a lo que yo viví de bueno en la escuela cuando era chica.


Todo esto me hizo acordar aquellas historias sobre reyes que consultan oráculos y sus respuestas los dejan iguales o los llevan a al ruina, la vieja eseñanza de que no sirve de nada una respuesta si no hicimos la pregunta correcta. Porque cuando yo preguntaba si alguien conocía "una escuela buena" y me recomendaron la primera que elegimos, evidentemente quien me la recomendó actuó de buena fe y considerando que esa escuela es buena, y no dudo de que sea buena, creo que sus maestras y directoras llevan adelante un gran trabajo y ponen mucho amor en lo que hacen. Pero no era "buena" para Manuel. Yo no buscaba una escuela "buena" sino una escuela "buena para Manuel", cosa que puede significar algo muy diferente.Y si la encontramos fue de absoluta casualidad.

2 comentarios:

Boots dijo...

Hermoso Marinita, hermoso!

gotamarina dijo...

¡Gracias Martin! Acabo de leer tu comentario, no lo habia visto antes. ¡Abrazo!!!!