Me acordé de las lombrices.
Levantábamos las piedras grandes (¿lajas?) que formaban un camino sobre el pasto y encontrábamos la tierra negra y húmeda y las lombrices. Me gustaban. Tan vivas y cercanas, y nadie las veía. Me decían que eran buenas, que hacían bien a la tierra.
Me acordé de cómo se movían.
LIBROGS - Mis libros en el éter informático
Me expando en la ué como gayeta en el agua
Por qué es nociva la preocupación
Los consejos acerca de la futilidad de la preocupación están tan difundidos que probablemente todos alguna vez hemos recibido alguno. Por ejemplo:
o este que tildan de chino (porque trasunta sabiduria milenaria, un atributo que, como todos sabemos, es chino):
o este otro, con cariz matemático:
Como vemos, todos remarcan la irrelevancia e ineficacia de la preocupación. Lo que me interesa destacar hoy es que están centrados en el sujeto de la preocupación. Y yo quiero señalar los efectos perniciosos en el objeto de la preocupación (descontando que tal objeto sea un ser animado y perceptivo). Y ahora, retomando mi ánimo al reiniciar cuentogotas en esta tercera etapa, continuó en primera persona.
El problema: no estoy bien. Reconozco que no estoy bien. Trato de estar mejor, pero no lo consigo.
La preocupación: una gran amiga me dice que está preocupada por mí. Ella es el sujeto de la preocupación (porque es quien está preocupada) y yo soy el objeto de la preocupación (porque está preocupada por mí).
El efecto: saber que ella está preocupada por mí no me ayuda en lo más mínimo. Más bien me debilita. Aumenta la nube negra porque arroja todavía más dudas (a las que ya tengo) acerca de si podré salir de la situación en la que estoy. Y todos sabemos que para salir de donde sea es necesario confiar en que existe una salida. Y confiar en las propias fuerzas.
Le contesté: “no te preocupes”, pero no por tranquilizarla sino por intentar anular el peso que (yo) sentía. Un peso que recuerdo haber sentido en el pasado, sin haber podido entonces identificarlo. Porque cuando los sentimientos se suman en la nube negra, se mezclan y se confunden.
Pensé en Manuel, ahora que está por empezar la secundaria y yo estoy preocupada por el cambio. ¿Estaré enturbiando con mis nubarrones un cielo que tal vez para él esté despejado?
La pregunta sería ¿cómo acompañar sin aplastar? Tendríamos que aprender a acompañar a la distancia adecuada, dejando espacio para que el transeúnte transite su particular cambio climático sin que nuestros pronósticos lo condicionen.
Y esta es mi entrada de ayer. Podría hacer trampa con la fecha de publicación, pero prefiero exponer mis dificultades para realizar lo que me propongo. La de hoy también la tengo en mente, pero supongo que la escribiré mañana. Parece uno de los "mejores chistes" de Manuel:
"No hay que preocuparse sino ocuparse."
o este que tildan de chino (porque trasunta sabiduria milenaria, un atributo que, como todos sabemos, es chino):
"Si tu problema tiene solución, ¿para qué te preocupás? Si no tiene solución, ¿para qué te preocupás?"
o este otro, con cariz matemático:
"Si tenés el problema x y te preocupás, tenés dos problemas: el problema x y la preocupación por el problema x."
Como vemos, todos remarcan la irrelevancia e ineficacia de la preocupación. Lo que me interesa destacar hoy es que están centrados en el sujeto de la preocupación. Y yo quiero señalar los efectos perniciosos en el objeto de la preocupación (descontando que tal objeto sea un ser animado y perceptivo). Y ahora, retomando mi ánimo al reiniciar cuentogotas en esta tercera etapa, continuó en primera persona.
El problema: no estoy bien. Reconozco que no estoy bien. Trato de estar mejor, pero no lo consigo.
La preocupación: una gran amiga me dice que está preocupada por mí. Ella es el sujeto de la preocupación (porque es quien está preocupada) y yo soy el objeto de la preocupación (porque está preocupada por mí).
El efecto: saber que ella está preocupada por mí no me ayuda en lo más mínimo. Más bien me debilita. Aumenta la nube negra porque arroja todavía más dudas (a las que ya tengo) acerca de si podré salir de la situación en la que estoy. Y todos sabemos que para salir de donde sea es necesario confiar en que existe una salida. Y confiar en las propias fuerzas.
Le contesté: “no te preocupes”, pero no por tranquilizarla sino por intentar anular el peso que (yo) sentía. Un peso que recuerdo haber sentido en el pasado, sin haber podido entonces identificarlo. Porque cuando los sentimientos se suman en la nube negra, se mezclan y se confunden.
Pensé en Manuel, ahora que está por empezar la secundaria y yo estoy preocupada por el cambio. ¿Estaré enturbiando con mis nubarrones un cielo que tal vez para él esté despejado?
La pregunta sería ¿cómo acompañar sin aplastar? Tendríamos que aprender a acompañar a la distancia adecuada, dejando espacio para que el transeúnte transite su particular cambio climático sin que nuestros pronósticos lo condicionen.
Ilustración: Kelly DeLay, Clouds365 Project.
Y esta es mi entrada de ayer. Podría hacer trampa con la fecha de publicación, pero prefiero exponer mis dificultades para realizar lo que me propongo. La de hoy también la tengo en mente, pero supongo que la escribiré mañana. Parece uno de los "mejores chistes" de Manuel:
-¿Este pan es de hoy?
-No, es de ayer.
-Yo quiero pan de hoy.
-Entonces, venga mañana.
De dónde me vino la idea
Lo de "cada día una frase" me lo inspiró Eduardo Abel Giménez, un escritor que me gusta mucho. Durante el 2014, Eduardo publicó cada día una imagen con una frase en el blog "el día D" y ahora en el 2015 publica "Un libro por día", manteniendo esa misma idea de regularidad diaria que me inspiró anteayer. Los días D de Eduardo acompañaron y mejoraron mi 2014 y lamenté que no siguiera en 2015.
Ahora bien, ayer, chusmeando de nuevo el blog, me di cuenta de que a fin de año dejé de mirar el día D pero el blog siguió activo. Recordé algo que había olvidado: Eduardo abandonó su tarea el 31 de diciembre pero le pasó la posta a Juan Pablo Luppi (a quien yo nunca había leído). A mí se me había ocurrido que lo que hiciera Juan Pablo no me iba a gustar tanto y dejé de mirar, pero el blog siguió adelante, y ayer encontré mes y medio de entradas del 2015. Y me encantó lo que viene haciendo Juan Pablo. Me sentí idiota por mi prejuicio y contenta por leer todo junto. Me gustó tanto que se lo dije inmediatamente. (La magia del feisbuc es que casi todas las personas vivas que admiro están ahí, al alcance del diálogo. Así que ya ven, me tenté de nuevo por lo abominable a pocas horas de haberlo proclamado.) Y coincidencia de coincidencia: al final de la segunda entrada del año, he aquí lo que propone Juan Pablo:
Somos particularmente malos para lo exponencial; nuestro cerebro no sabe qué hacer con esas cosas. Los hijos crecen antes de darnos cuenta, el aire se llena de libélulas, la casa se nos cubre de enredaderas y no vemos las potencias ocultas. Con suerte, aprendemos a identificar lo exponencial como para encender una lucecita de alarma; pero nos cuesta horrores imaginar los abismos detrás de los números.
Tampoco somos particularmente buenos para los procesos que se limitan a sumar. Las sumas acumuladas escapan rápidamente de nuestra vista, para alegría de los vendedores en cuotas y desesperación de los comunicadores del cambio climático. Somos, si no ciegos, bastante miopes frente a lo paulatino.
La propuesta, estimados e hipotéticos lectores, es aprovechar esta miopía. Les propongo lo siguiente: escriban hoy una palabra por el día de ayer (la mía fue "Mayonesa.") y dos por el día de hoy. Mañana tocará escribir tres, y cada día una más que el día anterior. Si logramos mantener el ritmo, a fin de año habremos escrito 182·366 + 183 = 66.795 palabras. Una novela corta, vamos.
¿Será posible? ¿Se atreve alguien? Yo voy a hacer la prueba, que para eso son los inicios de año, para proponerse rarezas. Los que no se atrevan, siempre pueden jugar al Writer.
Basta de cháchara. Nos vemos en diciembre, novela en mano.
Y hoy descubrí algo más: el día D. no fue creación de Eduardo, sino de Natalia Mendez, quien lo llevó adelante durante todo el 2013, y quien en 2010 empezó otro blog, "Una palabra por día", continuado ya por varios en los años siguientes. He aquí la propuesta de Natalia:
Encontré la idea en el boletín de Susan Kapuscinski Gaylord, que proponía a principios de 2009 hacer un Word a Day Journal para los que no podían llevar un diario de otro tipo porque nunca podían mantenerlo actualizado. Una palabra por día es una meta modesta pero también es un gran desafío. En el último boletín del año lo recuerda por si alguien quiere empezar el proyecto en el 2010. Así que aquí me ven. Ella enseña unos cuadernitos muy sencillos y una caja de cartón reciclado, a mí me dieron ganas de hacer unos cuadernos un poco más elaborados, así retomo mi práctica de encuadernación. Aprovecho estos últimos días del año, pongo manos a la obra y a partir del 1 de enero los invito a compartir su palabra del día.
La idea, entonces, es elegir una palabra por día, y además de anotarla en el cuadernito correspondiente, la voy a compartir en el blog. Y no hay más reglas que esa. Aclaro —por si alguien necesita más aclaraciones—: valen palabras inventadas, palabras en otro idioma, palabras olvidadas, palabras copiadas, palabras recicladas, palabras nuevas, palabras que suenan bien o que suenan mal, la palabra que vaya trayendo el día, bah.
Todo apunta a la regularidad diaria. ¿Podré mantenerla? Por lo pronto, esta es la entrada de ayer, que no tuve tiempo de escribir, así que no empiezo bien (pero ya tengo pensada la de hoy, y en cuanto pueda la escribo).
Ahora bien, ayer, chusmeando de nuevo el blog, me di cuenta de que a fin de año dejé de mirar el día D pero el blog siguió activo. Recordé algo que había olvidado: Eduardo abandonó su tarea el 31 de diciembre pero le pasó la posta a Juan Pablo Luppi (a quien yo nunca había leído). A mí se me había ocurrido que lo que hiciera Juan Pablo no me iba a gustar tanto y dejé de mirar, pero el blog siguió adelante, y ayer encontré mes y medio de entradas del 2015. Y me encantó lo que viene haciendo Juan Pablo. Me sentí idiota por mi prejuicio y contenta por leer todo junto. Me gustó tanto que se lo dije inmediatamente. (La magia del feisbuc es que casi todas las personas vivas que admiro están ahí, al alcance del diálogo. Así que ya ven, me tenté de nuevo por lo abominable a pocas horas de haberlo proclamado.) Y coincidencia de coincidencia: al final de la segunda entrada del año, he aquí lo que propone Juan Pablo:
Somos particularmente malos para lo exponencial; nuestro cerebro no sabe qué hacer con esas cosas. Los hijos crecen antes de darnos cuenta, el aire se llena de libélulas, la casa se nos cubre de enredaderas y no vemos las potencias ocultas. Con suerte, aprendemos a identificar lo exponencial como para encender una lucecita de alarma; pero nos cuesta horrores imaginar los abismos detrás de los números.
Tampoco somos particularmente buenos para los procesos que se limitan a sumar. Las sumas acumuladas escapan rápidamente de nuestra vista, para alegría de los vendedores en cuotas y desesperación de los comunicadores del cambio climático. Somos, si no ciegos, bastante miopes frente a lo paulatino.
La propuesta, estimados e hipotéticos lectores, es aprovechar esta miopía. Les propongo lo siguiente: escriban hoy una palabra por el día de ayer (la mía fue "Mayonesa.") y dos por el día de hoy. Mañana tocará escribir tres, y cada día una más que el día anterior. Si logramos mantener el ritmo, a fin de año habremos escrito 182·366 + 183 = 66.795 palabras. Una novela corta, vamos.
¿Será posible? ¿Se atreve alguien? Yo voy a hacer la prueba, que para eso son los inicios de año, para proponerse rarezas. Los que no se atrevan, siempre pueden jugar al Writer.
Basta de cháchara. Nos vemos en diciembre, novela en mano.
Y hoy descubrí algo más: el día D. no fue creación de Eduardo, sino de Natalia Mendez, quien lo llevó adelante durante todo el 2013, y quien en 2010 empezó otro blog, "Una palabra por día", continuado ya por varios en los años siguientes. He aquí la propuesta de Natalia:
Encontré la idea en el boletín de Susan Kapuscinski Gaylord, que proponía a principios de 2009 hacer un Word a Day Journal para los que no podían llevar un diario de otro tipo porque nunca podían mantenerlo actualizado. Una palabra por día es una meta modesta pero también es un gran desafío. En el último boletín del año lo recuerda por si alguien quiere empezar el proyecto en el 2010. Así que aquí me ven. Ella enseña unos cuadernitos muy sencillos y una caja de cartón reciclado, a mí me dieron ganas de hacer unos cuadernos un poco más elaborados, así retomo mi práctica de encuadernación. Aprovecho estos últimos días del año, pongo manos a la obra y a partir del 1 de enero los invito a compartir su palabra del día.
La idea, entonces, es elegir una palabra por día, y además de anotarla en el cuadernito correspondiente, la voy a compartir en el blog. Y no hay más reglas que esa. Aclaro —por si alguien necesita más aclaraciones—: valen palabras inventadas, palabras en otro idioma, palabras olvidadas, palabras copiadas, palabras recicladas, palabras nuevas, palabras que suenan bien o que suenan mal, la palabra que vaya trayendo el día, bah.
Todo apunta a la regularidad diaria. ¿Podré mantenerla? Por lo pronto, esta es la entrada de ayer, que no tuve tiempo de escribir, así que no empiezo bien (pero ya tengo pensada la de hoy, y en cuanto pueda la escribo).
Parafraseando a Borges...
¡Tanto tiempo!
Hola, cuentogotas, ¿cómo estás? ¡Tanto tiempo! Soy yo, ¿te acordás de mí? Volví, sí. Volví como se vuelve a un viejo amigo con el cual, no importa los años que pasen sin vernos, en cada reencuentro todo está bien. Sintonía y armonía. Sin palabras, en silencio. Necesito no hablar. Necesito dejar de dialogar con las infinitas voces que tengo adentro de mí. Y afuera también. Necesito no adjetivarme. Necesito que todo lo que suene adentro de mí sea en primera persona.
Y pensé: ¿qué tal si cada día escribo una frase? Algo lindo, algo que me ayudó. El mismo viejo truco que usé años atrás y me curó. Y para eso, nada mejor que mi viejo amigo cuentogotas. Mi viejo amigo que me banca en todas, diga lo que diga, haga lo que haga, sin pedir nada a cambio. Sin explicaciones. ¡A mis brazos, viejo amigo!
De regalo, esta Naturaleza muerta abstracta hecha con remolacha y choclo sobre loza.
Y pensé: ¿qué tal si cada día escribo una frase? Algo lindo, algo que me ayudó. El mismo viejo truco que usé años atrás y me curó. Y para eso, nada mejor que mi viejo amigo cuentogotas. Mi viejo amigo que me banca en todas, diga lo que diga, haga lo que haga, sin pedir nada a cambio. Sin explicaciones. ¡A mis brazos, viejo amigo!
De regalo, esta Naturaleza muerta abstracta hecha con remolacha y choclo sobre loza.
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