Como es costumbre desde hace un mes o más, esta tarde llovió. Haya sol o haya nubes por la mañana, desde hace mes y medio, más o menos, a la tarde llueve. Esta vez fue una tormenta casi veraniega, de truenos largos y relámpagos débiles, de chaparrones furiosos alternando con momentos de lluvia blanda, que mojó los ventanales de arriba a abajo dejándoles pegadas gotitas transparentes e inmóviles.
Manuel y yo nos quedamos en casa, jugando un juego de mesa sentados en el suelo, junto al ventanal que da al jardín, y al rato el cielo dejó libre un resquicio por donde se coló la luz del sol, unos rayos sueltos que fueron a dar al ventanal al lado del cual estaba sentada, iluminando las gotas de lluvia reciente que todavía estaban ahí. Cada gota reflejó la luz del rayito que la acarició con fuerza esplendorosa, cada gota se convirtió en un pequeño diamante adherido al cristal, refulgente, desparramando a su vez rayos de luz para todos lados, encandilándome. Joyas diminutas y efímeras en mi ventana, regalando brillo en un día de oscuridad.
LIBROGS - Mis libros en el éter informático
Me expando en la ué como gayeta en el agua
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