Tiempo atrás compré en un "Encant" (feria de antigüedades y cosas usadas) un librito muy hermoso de poesía china traducida al francés con caligrafías de Fabienne Verdier, una artista francesa de quien nunca había oído hablar antes. Quedé subyugada por las caligrafías y por Verdier, porque el libro incluye un artículo de ella donde explica cómo estudió caligrafía en China y el aspecto espiritual de este arte.
La rencontre avec le maître Huang Yuan, les longues années d'apprentissage passées à ses côtés restent ancrées dans ma mémoire comme l'un des moments les plus riches de mon itinéraire. Avec lui, j'ai compris que la calligraphie était avant tout un véritable art de vivre, austère certes, mais ô combien riche et fructueux. Apprendre le silence, se détacher des affaires du monde, se tenir dans une vie contemplative, entrer en résonance avec les saisons, les bourrasques du vent d'hiver, les montagnes sacrées, ne faire plus qu'un avec le paysage, observer le mouvement des étoiles, la formation des nuages, la structure des plantes, la nature du chant du criquet, l'été, sur le pas de la porte... Comme l'homme, le monde respire et le calligraphe doit avoir le coeur disponible pour être capable d'insuffler à son trait le pouls de l'univers. Il doit pour cela chercher à cultiver la réceptivité, retrouver une intégrité, être à l'ecoute de ses émotions et de son être intérieur. Telles sont les règles de cette sagesse ancestrale qui m'ont été transmises par mon viuex maître, avant même qu'il ne m'enseigne l'art du pinceau. (Fabienne Verdier)
Busqué información sobre ella y quedé alucinada con su sitio web.
Resulta que las caligrafías que uno imagina del tamaño de una hoja de papel y hechas con un sencillo pero intenso movimiento de la mano, en el caso de Verdier son monumentales cuadros ejecutados con gigantescos pinceles creados por ella misma, y aun así tienen la ligereza del simple trazo de pincel.
Sus pinceles miden 2 metros, están colgados del techo por una cuerda de 10 metros, llenos de tinta pesan hasta 70 kilos, los mueve rodeándolos con sus brazos o arrastrándolos con un manubrio de bicicleta adosado y los construye ella misma con pelos de distintos animales según el propósito que deban cumplir. No entendí si las tintas también las fabrica ella o no, pero sí dice que son "un secreto" mezcla de elementos vegetales y minerales de tradiciones milenarias y compuestos contemporáneos.
Más allá de lo imponente del tamaño de su obra, sobrecoge su actitud, absolutamente reconcentrada, y su exigencia: ante los cuadros que pierden su "espíritu" no tiene ninguna piedad y su destino es el fuego, una hoguera expiatoria que documenta en su web pues evidentemente también forma parte de su acto artístico.
Su web tiene una elegancia que me fascina. Y sus cuadernos de apuntes parecen caligrafías.
teaser : fabienne Verdier : flux: un film de philippe chancel from philippe chancel on Vimeo.
Me trajo a la memoria un relato breve muy hermoso que leí hace tiempo (estoy tratando de recuperarlo pero no lo encuentro) que decía más o menos esto: un rey encarga a un calígrafo o pintor un cuadro (de algo, no me acuerdo de qué, digamos de un león). El pintor pide un palacio con sirvientes y diez años para elaborar la obra. A los diez años, el rey va a ver al pintor, quien le pide diez años más (no recuerdo si esto pasa una vez más, y llegamos a 30 años, o nos quedamos en 20). Finalmente cunado el pintor dice estar preparado, toma un hoja de papel y un pincel y en un instante ejecuta el cuadro ante los ojos del rey.
Cualquier mente occidental pensaría que el pintor se aprovechó del rey para vivir durante años como un señor, que si cuando pinta el cuadro lo hace en un instante, entonces bien podría haberlo pintado 20 o 30 años antes cuando el rey se lo pidió. Pero lo que muestra este relato es lo que dice Verdier: que para esta concepción del arte, y tal vez para cualquier mente oriental, la creación es un largo proceso interior de contemplación y disponibilidad espiritual, y que la ejecución material de la obra es simplemente la manifestación exterior de este largo proceso interno.
Addenda: todavía no me reencontré con mi libro pero encontré el relato en la web:
“Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. “Necesito otros cinco años”, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un sólo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto”
(Italo Calvino, Seis Propuestas para el próximo milenio, Siruela, 1998, p. 65)
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