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Esta canción me acompañó mientras escribía la entrada anterior

y como es muy hermosa la quise compartir

(a ver si sale bien, es la primera vez que uso este método).



The Circle Game

Yesterday a child came out to wonder
Caught a dragonfly inside a jar
Fearful when the sky was full of thunder
And tearful at the falling of a star

Then the child moved ten times round the seasons
Skated over ten clear frozen streams
Words like when you're older must appease him
And promises of someday make his dreams

And the seasons they go round and round
And the painted ponies go up and down
We're captive on the carousel of time
We can't return we can only look
Behind from where we came
And go round and round and round
In the circle game

Sixteen springs and sixteen summers gone now
Cartwheels turn to car wheels thru the town
And they tell him take your time it won't be long now
Till you drag your feet to slow the circles down

And the seasons they go round and round
And the painted ponies go up and down
We're captive on the carousel of time
We can't return we can only look
Behind from where we came
And go round and round and round
In the circle game

So the years spin by and now the boy is twenty
Though his dreams have lost some grandeur coming true
There'll be new dreams maybe better dreams and plenty
Before the last revolving year is through

And the seasons they go round and round
And the painted ponies go up and down
We're captive on the carousel of time
We can't return we can only look
Behind from where we came
And go round and round and round
In the circle game

Joni Mitchell & James Taylor

La identidad del amnésico

Recuerdo que tenía buena memoria. Sin ningún esfuerzo, sin proponérmelo, sin que mediara mi voluntad y sin que evidenciara por mi parte mayor o menor interés, recordaba montones de detalles. No en todas las áreas, sino especialmente en dos que ahora añoro: recordaba e identificaba caras con mucha facilidad, y recordaba conversaciones detalle a detalle. De las conversaciones en que participaba, recordaba perfectamente quién había dicho qué, cuándo, dónde y cómo. Esto me parecía tan natural que no entendía a quienes no tenían la misma facilidad, me parecía que no habían puesto interés en la conversación. En cambio mi facilidad con las caras sí me parecía especial, tal vez porque es vox populi que mi madre carece de una facilidad semejante (ella misma dice que recuerda a su marido porque lo ve todos los días). Yo podía recordar caras que había visto una sola vez en un lugar público, y esto me permitía jugar conmigo misma, porque me entretenía así: si me cruzaba con alguien que me parecía cara conocida, me ponía a pensar dónde lo había visto antes, y buscaba, buscaba, buscaba, hasta que encontraba la respuesta. A veces me sorprendía a mí misma: de golpe recordaba que había visto a esa persona mucho tiempo atrás, y también en un lugar público y sin que se diera ningún intercambio mutuo. A veces me daba cuenta de que en realidad no conocía al portador de la cara conocida, sino que esa cara me hacía acordar a otra persona a quien sí conocía, y me resultaba muy entretenido.



Reconocía tan bien las caras y sin embargo soy malísima reconociendo autos, y en esto no empeoré, siempre fui mala. Salvo los modelos muy diferenciados (que para mí son, por ejemplo, el Volkswagen escarabajo, el Ford Falcon, el Fitito, la Citroën, si intento hacer una lista extensa no serán más de diez), todos los demás modelos de autos me dan por igual; obviamente no los veo a todos iguales, pero sólo me doy cuenta de qué marca son si me fijo en el logo. Y no reconozco autos pero sí reconozco fuentes tipográficas.

También tenía mucha memoria visual, creo que en general, pero sobre todo relacionada con mi escritura, es decir: si escribía algo, me era muy fácil recordarlo, porque tenía en mi cabeza la imagen de mi letra, como si fuera un dibujo. Esto me servía mucho para estudiar: hacía resúmenes y esquemas porque si escribía lo que tenía que aprender estaba segura de recordarlo después. Y más adelante me era importante tener una agenda y anotar en ella lo que tenía que hacer, pero después nunca la miraba para ver qué tenía que hacer cada día, si lo había escrito ya me acordaba, y confiaba en ello.

Confiaba demasiado. Confiaba tanto en mi memoria, que cuando empezó a fallar sufrí muchas decepciones. Recuerdo algunos hitos claves en mi descubrimiento de que mi memoria ya no era la misma: uno está relatada en "Memorias", uno de los cuentos de Tuc:

Le pido a mis tíos que me cuenten historias de la familia. No aportan mucho, pero Teresa me hace recordar algo.
Teresa me pregunta si yo tengo el relato que escribió mi tío sobre su abuela mi bisabuela. Le digo que yo nunca lo vi. Me hace acordar de un mediodía hace más de doce años, cuando fui con mi primo Esteban a su casa. Ella se acuerda claramente, dice, de mi tío leyendo largas partes de ese relato y después su gesto de darme a mí el manuscrito. Yo me acuerdo de ese día (me acuerdo muchos detalles: que me encontré con Esteban en la placita de Las Heras, que fuimos juntos a la casa de mi tío su padre y era la primera vez que yo entraba a ese depto y así conocí a Teresa, que mi tío cocinó habas, que me sorprendió diciendo que yo era su sobrina preferida) pero no me acuerdo de mi tío leyendo ni dándome el manuscrito, y le digo a Teresa "si yo tuviera eso me acordaría". De pronto algo irrumpe en mi memoria: la imagen de unas hojas amarillentas, escritas a máquina, con tachaduras y correcciones, abrochadas con un gancho, un conjunto de hojas que forman un cuaderno y que es la novela inconclusa de alguien; y me parece recordar que ese objeto está en mi casa. Cuando llego lo busco, y sí, lo tenía yo, y es una novela inconclusa de mi tío. Pero tampoco la memoria de Teresa es absolutamente fiel, porque no habla de mi bisabuela sino de profesores universitarios que desaparecen inexplicablemente. Mi tío dijo, alguna vez, que había pensado en su hermana mi madre cuando lo escribía, y quizá por eso me dio a mí el manuscrito.

Otro se dio cuando me mudé, todavía soltera, de un barrio a otro de Buenos Aires: vaciando armarios me vi en la disyuntiva de seguir conservando una pila inmensa de papeles de la Universidad o bien desprenderme de ellos. Me puse a revisarlos para seleccionar qué conservar y qué tirar, y encontré tantos resúmenes con mi letra y tantas fotocopias subrayadas y anotadas por mí que evidenciaban que había leído libros, capítulos, artículos, etc, etc, de los cuales no recordaba absolutamente nada, ni siquiera que alguna vez hubieran pasado cerca de mis ojos, que me pregunté qué sentido tenía haber estudiado tanto si ya no lo tenía presente en la mente. Apilé los papeles y los medí: desde el suelo llegaban hasta mi rodilla, y los tiré.

Otro fue unos años después, a partir de un trámite relacionado con los impuestos, el monotributo y cosas así, justamente no recuerdo los detalles sino el pasmo que me causó encontrarme de golpe en un banco con una empleada inquiriéndome sobre lo que había hecho o tenía que hacer y darme cuenta de que no me acordaba si había hecho o no el trámite anterior que me reclamaban. Me dio tanta angustia que quedé shockeada.

Después me fui acostumbrando, a mi pesar, a las lagunas de mi memoria. Ahora no recuerdo qué tengo que hacer, lo anote o no lo anote. No recuerdo las conversaciones por completo y con detalle, ni las cercanas ni las lejanas, sino chispazos aislados. No recuerdo los nombres ni los cumpleaños (otra cosa que antes recordaba muy bien). No recuerdo las caras, me pasa ahora que me encuentro con alguien por la calle y esa persona me reconoce pero yo no, o yo sé que la conozco pero no recuerdo de dónde. Alguna vez pensé que lo de las caras se debe a todas las mudanzas por las que pasé, porque mi reconocer caras se basaba en buscar en un archivo mental de caras, pero ahora la sensación es que si recuerdo una cara no tengo idea de en qué fichero buscar para encontrarla: ¿es de Buenos Aires? ¿de Punilla? ¿de Girona? ¿de mi pueblo actual? Esto de reconocer las caras gracias a que están asociadas a un lugar es más fuerte de lo que pensaba, más de una vez no reconocí a una persona por encontrármela en un lugar que no asociaba para nada con ella.



Me da rabia que padezco más lagunas en mi vida personal que en lo laboral. Mejor dicho: en mi trabajo casi no tengo lagunas, cosa que a mi empleador le viene muy bien, pero a mí me da rabia. Mis compañeras reconocen por unanimidad que tengo mucha memoria, y cuando necesitan encontrar información sobre algún cliente me preguntan a mí, no sólo porque soy la más antigua en la empresa, sino porque saben que me acuerdo de todo. Trabajamos con clientes de toda España y con algunos cuantos franceses, y de los que pasaron por mis manos recuerdo montones de detalles. Podríamos pensar que me funciona más la memoria en el trabajo por una cuestión de supervivencia... sin embargo mis compañeras recuerdan menos que yo y sobreviven tan bien como yo.

La cuestión es que me fui acostumbrando a mis lagunas de memoria, y del horror inicial fui pasando a la aceptación resignada. Hay que convivir con lo nuevo que nos pasa, y dejar de amargarse por lo que ya no es. Empecé a plantearme hasta qué punto había basado mi identidad en mi memoria. Recordarme tal como era en mi pasado era una fuente de alimentación, me aportaba sostén. Mis recuerdos personales eran una referencia, un lugar a donde acudir para investigarme a mí misma, pensarme en el presente y proyectarme al futuro. Saber qué sentí, pensé, expresé o callé en el pasado me servía para intentar entenderme en el presente. Si no recuerdo qué sentí, qué pensé, qué dije ni qué hice, ¿cómo sé quién soy yo? ¿Cómo puedo decirle a otro quién soy yo con alguna seguridad? Parte del horror de no tener la buena memoria que tenía antes es que ahora me puede ocurrir (ya me ocurrió varias veces) que alguien me diga que yo dije o hice algo en el pasado, y yo no recuerdo para nada eso que me mencionan. El otro está muy seguro de lo que dice, no duda, y yo no me reconozco para nada en lo que me cuenta. No sólo no recuerdo haber hecho o dicho eso, además no me reconozco en la situación, no puedo imaginar qué sentía para hacer o decir lo que me están adjudicando. Podría pensar que los demás tienen tan mala memoria como yo y están recordando algo que nunca pasó, pero esto es una solución al estilo "muerto el perro se acabó la rabia", y no me interesa algo así. Más bien me planteo que yo no soy mis recuerdos. Y que si no tengo recuerdos de mí misma, tendré que reinventarme en el día a día.

Llegué a esto por pensar en la amnesia. No sé nada "real" sobre la amnesia, todo lo que sé es ficcional. Sólo he visto amnésicos en las películas o los libros, en los dibujitos animados en que con un golpe en la cabeza el gato no sabe que está persiguiendo al ratón y al golpe siguiente se acuerda y sigue persiguiéndolo... No sé hasta qué punto todas esas ficciones están cerca o lejos de la realidad. Sospecho que no hay una realidad amnésica homogénea, el cerebro es un gran misterio. Cuando estudié neurolingüísitica con Azcoaga en la Universidad, nos explicaron casos de afasia, y nos dijeron "hay tantas afasias como afásicos", es decir cada enfermo tiene un diseño único, especial de la enfermedad, por más que se reconozcan grandes rasgos. (De paso, una digresión: cuando era chica creía que la peor desgracia física que me podía ocurrir era quedarme ciega, pero cuando estudié la afasia me di cuenta de que me causa mucho más horror: no reconocer los objetos, o no poder nombrarlos, o tenerlos claros en la mente pero no poder pronunciar la palabra, o no poder unir el objeto con el nombre, o cosas así... ¡me da escalofríos de sólo pensarlo!).

Volviendo a la amnesia imaginada: ¿cómo sería despertarnos un día y no recordar quiénes somos? ¿Qué recordaríamos y qué no? ¿Sabríamos nuestro nombre pero no nuestro pasado? ¿No sabríamos ni nuestro nombre pero si nuestra cara, o al mirarnos al espejo veríamos a una persona desconocida? ¿Recordaríamos al menos cómo comer, cómo hacer el amor? ¿Qué sentiríamos hacia las personas que se acercaran tratando de traernos a la luz trozos de nuestro pasado que ellas ven claro mientras para nosotros son sólo sombras? ¿Cómo hace un amnésico para vivir hacia adelante, en qué se basa para pensarse a sí mismo? Sé que es muy extremo el ejemplo, pero me sirvió imaginarlo para llegar a la tranquilidad de alma de poder desligarme de mis recuerdos, aceptar que son precarios, ilusorios, casi irreales, y decirme que lo que cuenta es el presente, cómo me siento ahora y lo que siento de mí y del mundo ahora. Antes creía que si no recordaba mi pasado no era yo misma. Ahora siento que no, yo soy lo que soy ahora. Bien mirado, gracias a perder la memoria me he vuelto más zen, y eso está bueno. Sin angustia, está bueno.



Ayer tuve un ejemplo más de todo esto. Deberíamos formar un grupo de rock nacional que se llame "Los reencontrados del feisbuc", tal vez con Nito Mestre a la cabeza. Gracias al feisbuc me reencuentro con amigos que dejé de ver veinte años atrás. A veces sólo hablamos del presente, pero con un par de ellos se dio que nos remitimos al pasado, tratando de recordar algún momento puntual de nuestras vidas compartidas. Y en las dos ocasiones la sensación fue la de estar armando un rompecabezas: uno tiene algunas piezas, el otro otras, y cuando las juntamos logramos armar una esquina del rompecabezas, la mitad con suerte, pero todavía nos falta mucho para completar el dibujo. De lo que pasó entonces yo recuerdo pinceladas, fragmentos. Si el otro recuerda algún fragmento que encaja con uno mío, podemos unirlos, pero si por mala pata los fragmentos que conservamos cada uno son inconexos, nos queda una gran incógnita en el medio. A veces las piezas encajan aparentemente pero no del todo, y no sabemos cuáles son las que se ajustan más y cuáles menos. Con suerte y viento a favor podemos armar un relato que nos deje tranquilos ahora y dejar de hablar del tema, pero eso no quiere decir que ese relato sea la realidad sobre nuestro pasado. Nunca "sabremos" lo que nos pasó, incluso aunque nosotros mismos hayamos sido los protagonistas de la historia. Es pasado, se diluyó en el aire, se disolvió cuando nuestra moléculas nos abandonaron por otras que ahora nos forman.

Antes recordaba películas. Quiero decir: recordaba tan bien las conversaciones, los momentos compartidos, que podía "ver" las escenas en mi interior, como si un proyector las estuviera reproduciendo en mi cabeza. Pero no puedo vivir reproduciéndome a mí misma todas las cintas de mi pasado todo el tiempo, necesito el "proyector" disponible para poder captar lo que me rodea ahora. Y cuando acudo a una de esas viejas cintas para volver a verla, me encuentro algo semejante a la filmoteca del SHA después del atentado: están todas humedecidas, oxidadas, con agujeros... Lo que pasa es que con alguien con quien nunca nos perdimos el rastro, como por ejemplo mi amiga de Zaragoza, dificilmente nos dé por hablar de las viejas cintas porque lo cotidiano y actual impregna todo. Pero me ha pasado con ella que ella sacara el tema de los recuerdos y las lagunas y me dijera que, entre otras cosas, no se acordaba casi nada de un viaje que hicimos juntas hace quince años. Se acuerda de que viajamos juntas y más o menos a dónde, pero casi nada más. Sospecho que mis viejas cintas están todas apolilladas sean quienes sean sus personajes, pero con los reencontrados del feisbuc impacta más.

Tal como me pasa a mí, supongo que les pasa a los demás: yo no elijo qué recordar. Años atrás me quedó grabada esta frase "Sepan que olvidar lo malo también es tener memoria." Por supuesto no recuerdo de quién es, y las dos fuentes que me suenan posibles por igual son o bien Sigmund Freud o bien el Martin Fierro. Me quedó grabada porque cuando la leí me pareció muy acertada, pero ahora no me reconozco en ella, porque implica un matiz de voluntad aunque sea inconsciente en el recordar y el olvidar, cosa que ya no me creo para nada. Todo me parece producto del azar.

Digamos que estamos metidos o somos parte de un flujo contínuo de estímulos cerebrales, un intercambio contínuo de partículas subatómicas que danzan entrópicamente para todos lados. De todas las partículas que nos forman, algunas chocan contra una membrana interna y dejan su marca, un manchón luminoso más o menos grande según las partículas involucradas en el choque, que tarda en borrarse (¿pero al final siempre se borra?). Así me imagino ahora mis recuerdos. Lo más impactante es verme diciendo "yo no soy mis recuerdos". Se pueden ir a pasear, pueden dejar de acompañarme. Igual sigo viva.



Fotografías: Altazor No logro ajustar bien el tamaño de estas fotos, si están grandes como quiero quedan un poco cortadas (sobre todo la primera, la panorámica) pero si las pongo enteras quedan muy pequeñas. Si pueden vayan a la galería de fliquer de Altazor y mírenlas, además de éstas tiene otras fotografías de cuerpos acuáticos super hermosas (y lean el libro de Huidobro en su honor).

Me siento del jet set

Cuando era chica los únicos duchadores que conocía eran los que están unidos a la pared con un caño rígido a una altura suficiente como para que el agua nos caiga desde más arriba que la cabeza no importa lo alto que uno sea. Pero en un libro de Tintín (teníamos la colección completa y los leí todos muchísimas veces) se veía al capitán Haddock bañándose con un duchador que parece un teléfono.


Este duchador-teléfono despertaba mi curiosidad, me preguntaba cómo sería bañarse con algo así, me daba muchas ganas de probarlo. En Argentina jamás me bañé con un duchador-teléfono, pero desde que vivo en España son la norma en todas las casas que veo y por lo tanto también en las que viví.

Ahora bien, la famosa manguerita que une el duchador-auricular a la pared, yo no sé por qué, resulta de mucha peor calidad que el caño rígido de los duchadores fijos. O por lo menos en todas las casas por las que pasamos tarde o temprano se terminan rompiendo.

No voy a enunciar ningún pensamiento novedoso, sino una verdad tan antigua como el agua: nada es absoluto en esta vida, todo lo percibimos por comparación. Alguna vez, hablando con Manuel, cuando él trataba de catalogar las cosas según categorías como “alto”, “bajo”, “cerca” , “lejos”, “grande, “pequeño”, etc, hablamos de que nada es así o asá en sí mismo, sino según con qué lo comparamos. Le animé a que encuentre algo que sea así o asá por sí mismo, sin compararlo con nada, pero no encontramos ningún ejemplo.

Y lo mismo pasa con el placer y el displacer: todo depende de la sensación anterior que nos embargaba. El calor o el frío, por ejemplo, no son absolutos ni siquiera para una misma persona, dependen de con qué lo comparemos. Si tenemos frío en nuestra casa, podemos salir unos minutos al exterior (suponiendo que en el exterior haga más frío que adentro) y al volver a entrar nos parecerá que nuestra casa está caliente. Es decir, con someternos a una situación de displacer, al volver a la situación anterior en comparación nos parecerá placentera.

No crean que me olvidé del duchador, todo tiene que ver con todo. Los duchadores-teléfono a los que se le rompen las mangueras, nuestra nula vocación por el bricolaje (deporte nacional del país de adopción) que nos lleva a convivir con los desperfectos del hogar hasta que las cosas se caen a cachos, y las sensaciones comparativas de placer y displacer se unieron para hacerme sentir del jet set. Fue así:

El anteúltimo duchador-teléfono tuvo una agonía tan lenta, me hizo el baño tan molesto, que cuando finalmente lo cambiamos con sólo tener uno normal y corriente, que no largue cuatro ridículos hilos de agua en forma perpendicular y aire por el centro, yo ya me sentía feliz como una pascua. El duchador que compramos fue elegido porque cumplía los dos requisitos de 1) traer en el mismo paquete los tres pindorchos necesarios para ser colocado (es decir, duchador-teléfono propiamente dicho, manguera y agarre a la pared) y 2) ser el más barato posible. Barato y todo, tiene el hiperadelanto tecnológico de poder variar la posición del duchador para que largue un chorro normal u otro más concentrado, intenso y potente (según el instructivo, tiene tres posiciones, pero es mentira, la tercera es una intermedia entre los dos que nunca funciona bien).

¡Y ahora cuando me ducho me siento Jacqueline Onassis, Carolina de Mónaco y Madonna juntas! Después de bañarme con el chorro normal me hago una repasada general con el chorro-jacuzzi ¡y soy de lo más feliz! Es tan relajante y masajeante... me da culpa cuando pienso en el medio ambiente y lo preciada que es el agua potable, pero ¡es tan maravilloso!

Composición otoñal (el video)

El otoño según Manuel

Cuando llega el otoño nos vamos a Logroño, dijo Manuel

Cuando llega el otoño, nos vamos a Logroño con el tío Antoño, dijo Rubén.

Y nos vestimos con moño, dije yo.

(La cuarta rima que se nos ocurrió a los mayores la censuramos por respeto al niño.)

Cuando llega el otoño nos vamos a Logroño a comprarnos un moño, estableció Manuel.

Todos los días el mar


Tiempo atrás, nadando por la ué, llegué a un sitio que se llama "Todos los días el mar" y por supuesto me atrajo mucho su nombre, así que me metí a ver qué era, y lo primero que me pasó fue que me impactaron mucho las fotografías. También me gustó su idea: "La vida proviene del mar. Volvamos al útero"; y que incluyera los mitos de creación maoríes y cosas así. Por lo que entiendo, la propuesta es cada día subir una foto sobre el mar o la costa, además de incluir cosas afines en un amplio sentido, desde surf y skate (el surf urbano) hasta humor y música. Le escribí al autor para pedirle permiso para usar algunas de sus fotos y me contestó enseguida y con super buena onda, así que me fijé qué más hace y son muchas cosas interesantes (arte y educación del arte, básicamente, por lo que encontré). Bueno, acá les dejo algunas de las hermosas fotos que encontré y los invito a pasear por su mar.

Fotografías: Todos los días el mar - Federico Scalise

Imagina la paz, una torre de luz y un árbol de deseos

Para conmemorar el 70º aniversario del nacimiento de John Lennon, el 9 de octubre se volvió a iluminar la Imagine Peace Tower de Yoko Ono en Islandia.


Es una construcción que emite una columna de luz muy alta en el cielo, alimentada con la energía geotermal de Islandia. Las paredes dicen "Imagine Peace" en 24 idiomas, junto con una declaración de amor de Yoko a John. La torre de luz es una vieja idea de Yoko Ono que fue lo que los unió a ella y a John cuando se conocieron.


Yoko Ono pide a todos los que aman a John y valoran sus ideales de paz que envíen sus deseos a la Imagine Peace Tower.

También promueve su idea de formar un árbol de los deseos en cada rincón del planeta, y recoge todos los deseos para juntarlos en una escultura mundial.

Para hacer un árbol de deseos basta con elegir un árbol, formular un deseo, escribirlo en un papel, atar el papel al árbol, y pedirle a todos nuestros amigos que hagan lo mismo.La fuerza de todos los deseos ilumina el mundo.

¡Feliz día 10!


Aprovecho este día único en el siglo para desearles a todos ¡un día absolutamente de diez! Y por extensión, una vida de dicha, felicidad, armonía y paz interior y también exterior.
Nosotros, por lo pronto, hemos decidido hacer una fiestita para celebrar el día 10.



Envio mi mensaje a la humanidad a las 10 horas del 10 de octubre de 2010.

Fotografía: Glastonbury Festival