LIBROGS - Mis libros en el éter informático
Me expando en la ué como gayeta en el agua
Manuel y el descubrimiento de la intangibilidad lumínica
"La luz, la lluvia no la toca... no se puede tocar la luz."
Una vez más, la tía Providencia nos dio una mano
Cuando compramos las entradas para el recital de David Byrne en Barcelona, meses antes del día del evento, nos jugamos a resolver cómo haríamos con Manuel la noche en cuestión para poder ir los dos (Rubén y yo) al recital, es decir, nos jugamos a poder dejar a Manuel al cuidado de alguien, aunque al comprar las entradas no supiéramos bien quién pudiera ser ese alguien ni contáramos con una lista posible de candidatos (desventajas del inmigrante que se traslada sin familia y tiene un hijo pequeño: no hay abuelos/as ni tías/os ni amigos/as a quien dejar un rato al niño). Contábamos más o menos en el aire con el ofrecimiento de una amiga de Rubén de que Manuel se quedara con ella una noche para que nosotros dos saliéramos solos, pero cuando se acercó la fecha, concretamente una semana antes del recital, nos enteramos de que esa misma noche ella tenía entradas para el teatro.
¿Y ahora que hacemos? Pensé en los padres de un compañero de Manuel que son muy amables y ya lo han cuidado un par de tardes, pero no los conocemos tanto y me parecía que era un abuso volver a pedirles, más que además del compañero de Manuel tienen otro hijo un par de años mayor, y la madre ahora está embarazada, con una sobresaliente panza redonda y rutilante que me intimida un poco como para pedirle favores así. También está la sede de Uruguay en Girona, es decir una pareja de amigos ambos uruguayos, bastantes años más jóvenes que nosotros y sin hijos, que podrían cuidar a Manuel, pero su departamento es chiquitito, Manuel habría tenido que dormir en el sillón o algo así, en fin, no lo veía claro. En resumen, a una semana del concierto no sabíamos qué hacer con Manuel, ni si al final se resolvería la cosa en que yo tuviera que quedarme y Rubén ir solo (quién puede ir y quién no se decide fácil mientras siga sin sacarme el carnet de conducir).
Y entonces ocurrió la magia: el sábado anterior, una semana antes del recital, aparece en casa la familia del compañero de Manuel en pleno (madre, padre, los dos niños y la pequeña en la panza) a invitar a Manuel para el mismo día del recital porque ese día es el cumpleaños de su compañero, y el festejo de cumpleaños era que Manuel y otro amiguito más fueran a la casa. Mientras escuchaba a la madre explicarme que no sería una fiesta sino que estarían ellos cuatro solos (los dos hermanos y los dos amigos) cenando juntos, me imaginaba pidiendoles si de paso se podía quedar Manuel a dormir, pero no hizo falta decirlo, antes de que pudiera hablar me siguió contando que la invitación era a cenar ¡y a quedarse a dormir también! ¡No lo podía creer! Estaba tan impresionada que le dije a la madre "¡es un milagro!" y le conté lo del recital. Así que fantástico: Manuel tenía su propio progama super interesante que hubiera hecho igual aunque nosotros no tuviéramos recital alguno al que ir, y nosotros estábamos totalmente tranquilos sobre el cuidado de Manuel durante nuestra salida, y además, ¡sin culpa alguna! porque él lo estaría pasando genial. ¡Hurra!
Pero esto no es todo: ir en coche a Barcelona puede ser una auténtica tortura, no el viaje en autopista sino el llegar a la ciudad y entrar a dar vueltas con el auto sin saber dónde dejarlo tirado. Para quien no frecuente estos lares, la cosa tiene dimensiones de locura: hay demasiados coches y pocos espacios para estacionar, más que son todos pagos, ridículamente caros, y encima está todo siempre lleno. No lo decimos nosotros con mentalidad sudaca, lo dicen los mismos lugareños, que esto es insalubre (por ejemplo, tenemos amigos catalanes que dejan el coche donde sea, sabiendo que le pondrán una multa por mal estacionamiento, y no pagan ninguna, diciendo "¿y qué quieren que haga?"). Es decir que teníamos grandes posibilidades de llegar contentos y a tiempo a Barcelona y entrar a yirar, yirar, yirar, desesperándonos cada vez más, sin saber dónde m... dejar el auto, y terminar dejándolo a quien sabe cuánto del teatro al que teníamos que ir, teniendo que tomar un taxi para llegar hasta ahí, y otro tanto a la vuelta...
Pero ocurrió el segundo milagro: dando vueltas todavía cerca del teatro, todavía a tiempo, encontramos un hueco en una esquina, estacionamos para orientarnos y decidir qué hacer, y eran justo las 20:05! Genial, porque a partir de las 20 hs se acaba el horario de ticket pago, y pudimos dejar el auto sin pagar y bastante cerca de donde queríamos.
Caminamos hasta el Palau de la Música, nos comimos un sandwich en la puerta antes de entrar, vimos y escuchamos un recital maravilloso, energético y recopado, y al salir entramos a caminar hacia el auto, buscando donde comer, y ya todo estaba cerrando... hasta que en un boliche un mozo latinoamericano se compadeció y nos dio de comer antes de cerrar.
Tal vez les parezca que esto es una larga serie de menudencias... pero no tienen idea cómo esta cantidad de menudencias pueden marcar la diferencia entre una noche redonda, donde todo se desliza sin obstáculos, o una noche donde lo único que está bueno es el recital, pero todo lo demás es un trastorno ambulante!
¡Gracias, Tía!
Fotografía: Martin Waugh, Liquid Sculpture.
¿Y ahora que hacemos? Pensé en los padres de un compañero de Manuel que son muy amables y ya lo han cuidado un par de tardes, pero no los conocemos tanto y me parecía que era un abuso volver a pedirles, más que además del compañero de Manuel tienen otro hijo un par de años mayor, y la madre ahora está embarazada, con una sobresaliente panza redonda y rutilante que me intimida un poco como para pedirle favores así. También está la sede de Uruguay en Girona, es decir una pareja de amigos ambos uruguayos, bastantes años más jóvenes que nosotros y sin hijos, que podrían cuidar a Manuel, pero su departamento es chiquitito, Manuel habría tenido que dormir en el sillón o algo así, en fin, no lo veía claro. En resumen, a una semana del concierto no sabíamos qué hacer con Manuel, ni si al final se resolvería la cosa en que yo tuviera que quedarme y Rubén ir solo (quién puede ir y quién no se decide fácil mientras siga sin sacarme el carnet de conducir).
Y entonces ocurrió la magia: el sábado anterior, una semana antes del recital, aparece en casa la familia del compañero de Manuel en pleno (madre, padre, los dos niños y la pequeña en la panza) a invitar a Manuel para el mismo día del recital porque ese día es el cumpleaños de su compañero, y el festejo de cumpleaños era que Manuel y otro amiguito más fueran a la casa. Mientras escuchaba a la madre explicarme que no sería una fiesta sino que estarían ellos cuatro solos (los dos hermanos y los dos amigos) cenando juntos, me imaginaba pidiendoles si de paso se podía quedar Manuel a dormir, pero no hizo falta decirlo, antes de que pudiera hablar me siguió contando que la invitación era a cenar ¡y a quedarse a dormir también! ¡No lo podía creer! Estaba tan impresionada que le dije a la madre "¡es un milagro!" y le conté lo del recital. Así que fantástico: Manuel tenía su propio progama super interesante que hubiera hecho igual aunque nosotros no tuviéramos recital alguno al que ir, y nosotros estábamos totalmente tranquilos sobre el cuidado de Manuel durante nuestra salida, y además, ¡sin culpa alguna! porque él lo estaría pasando genial. ¡Hurra!
Pero esto no es todo: ir en coche a Barcelona puede ser una auténtica tortura, no el viaje en autopista sino el llegar a la ciudad y entrar a dar vueltas con el auto sin saber dónde dejarlo tirado. Para quien no frecuente estos lares, la cosa tiene dimensiones de locura: hay demasiados coches y pocos espacios para estacionar, más que son todos pagos, ridículamente caros, y encima está todo siempre lleno. No lo decimos nosotros con mentalidad sudaca, lo dicen los mismos lugareños, que esto es insalubre (por ejemplo, tenemos amigos catalanes que dejan el coche donde sea, sabiendo que le pondrán una multa por mal estacionamiento, y no pagan ninguna, diciendo "¿y qué quieren que haga?"). Es decir que teníamos grandes posibilidades de llegar contentos y a tiempo a Barcelona y entrar a yirar, yirar, yirar, desesperándonos cada vez más, sin saber dónde m... dejar el auto, y terminar dejándolo a quien sabe cuánto del teatro al que teníamos que ir, teniendo que tomar un taxi para llegar hasta ahí, y otro tanto a la vuelta...
Pero ocurrió el segundo milagro: dando vueltas todavía cerca del teatro, todavía a tiempo, encontramos un hueco en una esquina, estacionamos para orientarnos y decidir qué hacer, y eran justo las 20:05! Genial, porque a partir de las 20 hs se acaba el horario de ticket pago, y pudimos dejar el auto sin pagar y bastante cerca de donde queríamos.
Caminamos hasta el Palau de la Música, nos comimos un sandwich en la puerta antes de entrar, vimos y escuchamos un recital maravilloso, energético y recopado, y al salir entramos a caminar hacia el auto, buscando donde comer, y ya todo estaba cerrando... hasta que en un boliche un mozo latinoamericano se compadeció y nos dio de comer antes de cerrar.
Tal vez les parezca que esto es una larga serie de menudencias... pero no tienen idea cómo esta cantidad de menudencias pueden marcar la diferencia entre una noche redonda, donde todo se desliza sin obstáculos, o una noche donde lo único que está bueno es el recital, pero todo lo demás es un trastorno ambulante!
¡Gracias, Tía!
Fotografía: Martin Waugh, Liquid Sculpture.
Manuel y la lucha contra las hormigas
"¿Te gustaría tener una pistola de mocos para dispararle a las hormigas? Se quedarían pegadas en los mocos gigantes."
Manuel y la casa de los zombis
"Cuando un muerto se convierte en muerto viviente, ¿le hacen una tumba?"
Manuel y la telepatía
–¿Sabés qué vamos a hacer ahora? Te sacás la ropa y te ponés el piyama, así estás cómodo y yo lavo eso.
–Ah, era justo lo que quería hacer. Lo captaste telepáticamente.
– ¡:-)! Si? Me gustó lo que dijiste.
–Fuiste vos, que lo hiciste. Lo captaste con tu mente telepática.
–¿Sabés por qué funciona bien la telepatía entre nosotros?
–¿Por qué?
–Porque nos queremos mucho.
–Sí, y a veces juntamos nuestras cabezas para que funcione mejor.
Manuel ahorrativo
"¿Para qué gastar dinero? Nosotros queremos ahorrar dinero. Así si alguna vez querés comprarte algo yo te presto un poco de dinero de mi alcancía. Si algún día querés comprarte algo y tenés insuficiente porcentaje de dinero, yo te presto de mi alcancía."
Guixot de 8 en Fornells de la Selva
Sábado 18 de abril: bajo la llovizna nos acercamos a Fornells (uno de los sitios predilectos de Manuel por su estación convertida en Museo sede de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de las Comarcas Gironinas, con una sala con una maqueta enoooooorme, y un parquecito recorrido por vias miniaturas por donde circulan trenes ídem dos domingos al mes) para presenciar una vez más la Fira del Transporte y etc que se hace cada abril. Además de las mismas cosas de años pasados, esta vez nos encontramos con una sorpresa superagradable: los maravillosos juegos inventados y fabricados con material de desecho por Guixot de 8, super apasionantes y fascinantes.
Manuel y la densidad de la salchicha
–¡Mirá el color que tiene acá!
–Si, la parte que quedó fuera del agua tiene un color, y la que quedó dentro, otro. Flotan las salchichas en el agua, ¿viste?
–Sí, porque son menos densas que el agua.
–Si, la parte que quedó fuera del agua tiene un color, y la que quedó dentro, otro. Flotan las salchichas en el agua, ¿viste?
–Sí, porque son menos densas que el agua.
Cómo cambian las cosas
Ya no queda en mi casa ningún reloj que no sea en realidad un teléfono.
Lo cual provoca situaciones como que le diga a Manuel Fijáte la hora en el reloj y mientras lo estoy diciendo me corrijo bueno, en el teléfono, y que a la larga cobre cada vez más frecuencia el decir fijáte la hora en el teléfono. "Fijate la hora en el teléfono", hace unas décadas hubiera sido surrealista.
Hay más: casi todos los teléfonos son móviles, porque los que no son "celulares" y son "fijos" también son inalámbricos; y casi todos los teléfonos tienen una gran cantidad de sonidos a elegir para el timbre entre los cuales está el sonido típico de los teléfonos del pasado, pero de golpe me dio por pensar: a Manuel ese sonido típico no le resuena para nada, es uno más entre la lista de posibles sonidos, y tal vez se pregunte para qué poner ese sonido tan sin gracia, comparado con las tantas melodías con las que un teléfono pueda anunciarse; lo cual me hizo pensar que dentro de poco, de aquí a que desaparezca mi generación, o tal vez antes, las empresas de teléfonos dejarán de incluir ese tipo de sonidos en sus aparatos, ya no será necesaria esa concesión a la memoria histórica telefónica, las nuevas generaciones no asociarán ese sonido con un teléfono (ahora un teléfono puede anunciarse con cualquier melodía de moda, y de acá a unos años quién sabe cuántas cosas más podrán hacer!).
Desde que estamos acá a los fijos de casa los nombramos por el sonido que hacen cuando son apoyados en sus bases: durante años nuestro teléfono fijo fue "el tirup", pero como tuvimos que cambiar el aparato porque hacía locuras, ahora el nuevo nombre del fijo es "el bldá" (un sonido que se hace pasando rápido la lengua por el labio superior, pero no sé cómo se escribe).
A quien le guste la observación de estos micro detalles, como a mí, le recomiendo la lectura de Georges Perec, quien se dedicó a rastrear montones de estas cosas que él llamaba "lo infraordinario", aquello que es tan cotidiano, incorporado, minúsculo y a primera vista insignificante (pero para él sí significaba) que habitualmente pasa inadvertido.
Lo cual provoca situaciones como que le diga a Manuel Fijáte la hora en el reloj y mientras lo estoy diciendo me corrijo bueno, en el teléfono, y que a la larga cobre cada vez más frecuencia el decir fijáte la hora en el teléfono. "Fijate la hora en el teléfono", hace unas décadas hubiera sido surrealista.
Hay más: casi todos los teléfonos son móviles, porque los que no son "celulares" y son "fijos" también son inalámbricos; y casi todos los teléfonos tienen una gran cantidad de sonidos a elegir para el timbre entre los cuales está el sonido típico de los teléfonos del pasado, pero de golpe me dio por pensar: a Manuel ese sonido típico no le resuena para nada, es uno más entre la lista de posibles sonidos, y tal vez se pregunte para qué poner ese sonido tan sin gracia, comparado con las tantas melodías con las que un teléfono pueda anunciarse; lo cual me hizo pensar que dentro de poco, de aquí a que desaparezca mi generación, o tal vez antes, las empresas de teléfonos dejarán de incluir ese tipo de sonidos en sus aparatos, ya no será necesaria esa concesión a la memoria histórica telefónica, las nuevas generaciones no asociarán ese sonido con un teléfono (ahora un teléfono puede anunciarse con cualquier melodía de moda, y de acá a unos años quién sabe cuántas cosas más podrán hacer!).
Desde que estamos acá a los fijos de casa los nombramos por el sonido que hacen cuando son apoyados en sus bases: durante años nuestro teléfono fijo fue "el tirup", pero como tuvimos que cambiar el aparato porque hacía locuras, ahora el nuevo nombre del fijo es "el bldá" (un sonido que se hace pasando rápido la lengua por el labio superior, pero no sé cómo se escribe).
A quien le guste la observación de estos micro detalles, como a mí, le recomiendo la lectura de Georges Perec, quien se dedicó a rastrear montones de estas cosas que él llamaba "lo infraordinario", aquello que es tan cotidiano, incorporado, minúsculo y a primera vista insignificante (pero para él sí significaba) que habitualmente pasa inadvertido.
¡Zara goza!
Súbitamente lo que está en el aire cuaja y se arma el viaje. Ya está decidido: los cuatro días no laborables de Semana Santa Manuel y yo nos vamos a Zaragoza, a ver amigos que son familia. Viajar con Manuel es una aplicación práctica de la vieja máxima que recomienda viajar pensando en el trayecto, no en el destino, y así el viaje se organizó tomando en cuenta no sólo horarios y precios sino también la posibilidad de estar en trenes y estaciones. Buen plan: iremos en auto desde nuestro pueblo hasta la capital de provincia, después en tren de cercanías (es decir, de media distancia) desde la capital de provincia hasta la capital de comunidad autónoma, es decir Barcelona, y después en un Talgo desde Barcelona hasta Zaragoza, y a la vuelta el viaje de Zaragoza a Barcelona será ¡en un AVE! (es decir en un tren de Alta Velocidad Española). Desde hace dos días Manuel repite varias veces por día "Estoy muy emocionado por el viaje". ¡Hurra!
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