Como tantas, tantísimas veces en el pasado, y tan pocas, poquísimas veces en el presente, el rectángulo que se deshizó ayer bajo mi puerta era blanco, sin logos ni isotipos, sin ventanita plástica, sin publicidad ni nombres de empresas, simplemente blanco con una estampilla verde, un par de sellos postales y mi nombre escrito en birome con letra amiga.
¡Qué emoción! ¡Hacía tanto que no recibía una carta de papel! Miré el sobre asombrada, sin poder dar crédito a mis ojos, me costó reconocer el objeto, o más bien el concepto, y cuando lo reconocí ¡me puse tan feliz!
No lo abrí enseguida, para hacer durar más la emoción. Hice bien, porque la emoción era eso en sí mismo. Mi querida amiga de Zaragoza, con quien décadas atras intercambiamos toneladas de papel de un lado al otro del Atlántico y con quien ahora nos comunicamos por mail o por teléfono, estuvo en Praga, se acordó de nuestras correrías juveniles, y me envió una postal por correo solo por eso mismo, por escribirnos una vez más a mano y darme la alegría de recibir una postal por correo no electrónico... ¡qué hermoso gesto!
LIBROGS - Mis libros en el éter informático
Me expando en la ué como gayeta en el agua
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