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¿Qué más se puede pedir?

En la Universidad de la Vida, como la llaman algunos, uno se anota en una materia y termina cursado otra. En mi actual etapa porteña por un lado estoy aprendiendo cosas que tienen que ver con mi núcleo psíquico más profundo e íntimo, y al mismo tiempo estoy aprendiendo a vivir como trabajadora free lance, algo nuevo y desestructurante para mis hábitos de empleada. Siempre me sentí más cómoda con un sueldo a fin de mes y con un horario a cumplir porque eso implica que fuera de ese horario puedo olvidarme del trabajo. Al volver a Buenos Aires me puse a buscar de todo, tanto trabajo fijo como temporario, y fueron apareciendo trabajos puntuales. Al principio me angustiaba no saber qué vendría cuando terminara el que tenía entre manos, pero debo reconocer que desde que llegué a Buenos Aires siempre tuve algo para hacer, y que siguen apareciendo cosas una tras otra. Podría empezar a relajarme, ¿verdad? Ahora me lo tomo como una nueva enseñanza, al fin y al cabo es otra cosa más en el camino del Zen y de vivir el momento presente.

Hace un año que colaboro en un libro de arte sobre muebles barrocos peruanos, leí un libro de Eudeba sobre derecho internacional de 800 páginas, escribí 8 cuentos para una colección infantil, ordené la biblioteca de una psicóloga gestáltica, diagramé el libro de actas del Congreso de Filosofía Analítica Latinoamericana, estoy tipeando un libro de filosofía, me pasaron un nuevo libro de derecho, y lo mejor de todo: la semana pasada me llamaron de Paidós para corregir un libro, y como se trata de una reimpresión, no de una obra inédita, da la casualidad de que el libro yo ya lo había leído por placer por mi cuenta y me había gustado mucho! Ahora lo leo por segunda vez, nuevamente con placer, y encima me pagan, ¿qué más se puede pedir? ¡El sueño del pibe!

Y por si esto fuera poco... ¿saben de qué libro se trata? Chachán chachán... música de suspenso... redoble de platillos... luces misteriosas... un poco de humo a la izquierda... ¡estoy releyendo Free Play de Stephen Nachmanovitch! ¡Mi viejo y querido amigo Stephen, de quien tanto hablé en El tintero y a quien nombré, sin ir más lejos, en mi entrada anterior! ¡Y lo releo después de haberme enamorado de un ukelele, cuando si todo va bien mi ukelele está en este momento flotando hacia mí! Acabo de enterarme de que nuestra amiga que viajó pudo comprar el ukelele que le encargamos, así que ¡¡tendré ukelele!! Y gracias a los alientos de Nachmanovitch (salteandome alegremente los comentarios de su amigo agreta) me lanzaré a tocar mi ukelele como un niño y seré feliz!!! ¿Qué más se puede pedir?




Les dejo una frase de mi amigo Stephen sobre el agua que había pasado por alto en la primera lectura, pero es muy hermosa y cuentogotística:

Cuando los demonios de la confusión y la sensación de estar invadidos nos atacan, a veces es posible aventarlos ordenando el lugar. Si se siente realmente perturbado, pruebe esto: despeje totalmente la mesa de trabajo. Pula la superficie. Llene de agua un sencillo vaso de vidrio y póngalo sobre la mesa. Y luego simplemente siéntese allí y contemple el vaso de agua. El agua será el modelo de la tranquilidad y la claridad de la mente. A partir de una mente clara, las manos y el cuerpo comienzan a moverse, simples y fuertes. 

 Fotografías: Rubén Botas.


Una anécdota más sobre Free Play: cuando lo leí por primera vez vivía en Catalunya. Me había enterado de que existía este libro por recomendación de un amigo, y lo pedí en la Biblioteca Pública del pueblo. Lo rastrearon en el Sistema de Lectura Pública de Catalunya y encontraron un solo ejemplar que enviaron a Besalú y, como se ocupó de destacar Joan, el bilbiotecario del pueblo, era una edición argentina, de Paidós argentina. Joan estaba emocionado y a mí me pareció significativo que fuera un libro argentino. 

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