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La felicidad es cantar

Remedio para melancólicos, y para deprimidos, angustiados, tensionados, estresados, y todos los etcéteras del mundo:

¡CANTEN!

Pongan un disco que les gustaba mucho en su infancia, cuanto más viejo el recuerdo mejor, y si les da vergüenza háganlo en algún momento en que no haya nadie en casa; suban el volumen hasta un nivel razonablemente alto (es decir: no ensordezcan a los vecinos, que tampoco se trata de eso, pero sí lo suficientemente alto para que el sonido vibre en todo el cuerpo) y canten lo más a grito pelado que puedan. Canten todo el disco, del comienzo al fin, si pueden, y si no era ése el disco apropiado busquen otro. Canten sin disco, si les va bien. Canten sin música definida ni canciones ni palabras. Emitan sonidos y dejen que los sonidos vibren en el propio cuerpo, y verán todo lo que pasa.

Prueben, van a ver.

El poder terapéutico de cantar. Lástima que cantamos tan poco, lástima que ya no cantamos más en las reuniones como cuando teníamos 17 años, lastima que no cantamos en familia, lástima que no cantamos a menos que nos obliguen, como con el himno o el feliz cumpleaños, y aún entonces cantamos tratando de zafar, de que no nos escuchen y todo pase rápido.

Ojalá cantáramos más. Ojalá cantáramos juntos.

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