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Azulado

Después del Sábado de Turismo tuvimos un Domingo de Fiaca. El tiempo seguía precioso pero nadie tenía ganas de sacar el culo fuera del perímetro del hogar. Al caer la tarde, apoltronada en la hamaca paraguaya con un libro en la mano y Rubén cebando mate al lado, estaba convencida de que seguiría así hasta que no tuviera más remedio que levantarme para hacer algo ineludible como por ejemplo cocinar para la cena. Pero Rubén quiso devolverme el favor que le hice el viernes cuando le insistí en que saliéramos juntos a caminar, y me sugirió que saliera a dar una vuelta en bici. Tanto insistió que me convenció y salí.

Al rato de pedalear tuve que reconocer que Rubén tenía razón. Como me dijo mi hermana tiempo atrás en una ocasión semejante: "y claro, un ejercicio aeróbico....". Pero no es sólo cuestión de aerobia y endorfina muscular. Dar una vuelta por los alrededores a esa hora es un ejercicio estético.

Al llegar a la esquina de casa, cruzando la bocacalle que se bifurca, están las últimas casas antes de los huertos y más allá la hondonada que oculta el río y del otro lado las colinas verdes. Hacia la izquierda está la parte vieja, medieval y turística, y hacia la derecha una calle que sigue las huertas y lleva hacia el final del pueblo, la parte nueva con casas recién construidas y mucho espacio libre. Agarré por esa calle y ya el sol doraba las colinas verdeoscuras con esa inclinación de la luz que tan feliz me hace. Un poco más allá el cielo es tan abierto que tuve delante mío un espectáculo de nubes blancoazuladas con el sol enredándose por detrás y escapándose por entre sus rendijas.

Al final del pueblo comienza una calle de tierra por la que me gusta mucho ir en bici porque bordea un campo y al fondo se ven las montañas; hoy las montañas estaban azules y por encima de ellas el juego de rayos y nubes con dios escurriéndose por donde podía. Me acordé de un comentario de Paco hace ya tantos años que pasaron más desde entonces hasta ahora que los que había vivido entonces desde mi nacimiento; él estaba leyendo el Tratado de la Pintura de Leonardo da Vinci y nos contó que Leonardo quería establecer la cantidad exacta de azul que hacía falta aplicar en cada plano del cuadro para dar la idea de cuán alejado estaba, algo así como establecer matemáticamente: para tantos metros de distancia, tanto pigmento azul... y pensé el azul es el color de la lejanía.

Hace mucho tiempo atrás, no tantos como el comentario de Paco pero casi, estaba en la Patagonia junto a un gran lago azul extrañando a mi pareja de entonces, que tenía ojos azules, y le escribí este Haiku del Huechulafquen:

A la distancia
todo se vuelve azul
como tus ojos.

El azul es el color de la lejanía.


Fotografías
...de las nubes con sol: FogStock
...de las montañas azules: kulgun, con una explicación óptica y física (en inglés) de por qué las vemos azules
...manchas de colores: yo.

Hoy todo salió bien

Es notorio hasta qué punto el tiempo atmosférico influye en mi vida. Ya me gustaría a mí no ser tan vulnerable a las circunstancias climáticas, sin embargo todos mis intentos de abstraerme de las coyunturas adversas circundantes, que tienen éxito en otros aspectos de mi vida, fracasan cuando se trata de lidiar con la presión atmosférica y la temperatura ambiente mancomunadas contra los seres vivos. Es una limitación importante que el rango de temperatura ambiente en el que me siento cómoda sea tan estrecho. Años atrás, cuando le conté a una compañera de mi nuevo trabajo que así como me pone mal el mucho calor también me pone mal el mucho frío, ella resumió la situación con un "es decir, te molesta la temperatura", frase que me pareció más bien graciosa y por eso la recuerdo, pero en realidad no es tanto la temperatura como la presión atmosférica y la humedad ambiente y ese tipo de cosas que pueden hacer de un día de verano una pesadilla pegajosa. En invierno si hace mucho frío me achucho, pero en verano no hay dónde esconderse...

Este verano sufrimos dos o tres semanas de un calor bochornoso, agobiante, descarado, sofocante, inaguantable, inigualable, escandaloso, aplastante, inhumano, asfixiante, aborrecible y bestial. De día, estar al aire libre era como estar metido en un horno encendido. Al resguardo del sol y con un ventilador la cosa mejoraba un poco, pero a la noche las habitaciones continuaban ocupadas con el aire caliente del mediodía y no podíamos dormir en paz. Poco pude hacer estas semanas: algunos trámites y averiguaciones, grabar en crudo algún minivideo para el blog (que todavía no tuve tiempo de subir), ir a la Radio con Rosa... pero no pude empalmar ni dos palabras seguidas.

Finalmente el jueves llovió toda la noche, y el viernes estuvo nublado y soportable todo el día. Según me dijeron, se anunciaban temperaturas aceptables los próximos dos o tres días. Además, justo me habían pagado el sueldo extra semestral (la "paga doble" española o "aguinaldo" argentino). Por una vez tuve reflejos rápidos y decidí que el sábado Manuel y yo nos podíamos ir a pasear a Barcelona (Rubén no podía porque tocaba a la noche). Lo del dinero extra no es una cuestión menor, entre el autobus desde el pueblo a Barcelona, lo que uno morfe mientras está por ahí por más que sea sólo una hamburguesa, y sobre todo las entradas a los lugares turísticos que son carísimas, ir a pasear un solo día puede ser un agujero en el presupuesto mensual. Pero habíamos hecho con Manuel una lista de lugares para visitar y él tenía muchas ganas de ir al Teleférico del Puerto, ya lo habíamos intentado una vez y lo habíamos cancelado, y sobre todo: mejor aprovechar un día de 24 o 26 ºC antes de que de un día para otro vuelva a hacer 36 ºC... y allá nos fuimos.


Esta vez todo salió bien: nos levantamos a las 8 de la mañana, tomamos el autobus de las 9, llegamos 11 y algo a Barcelona, tomamos el metro a Montjuïc, sacamos dinero de un cajero próximo, hicimos la primera pausa para comernos una banana (Manuel) y una manzana (yo), subimos la primera cuesta del Montjuïc, llegamos a la estación Miramar del Teleférico del Puerto y ¡estaba cerrado por "revisión y mantenimiento"! Pensamos que estaría cerrado todo el día...



Nos quedamos disfrutando la espectacular vista del mar y el puerto de Barcelona, y cuando nos estábamos por ir a la segunda parte del paseo sin poder cumplir la primera parte, Manuel quiso un helado y nos quedamos un rato más ahí comiendo el helado. ¡Por suerte! Porque mientras comíamos el helado vimos que las cabinas del teleférico se movían... ¡Ya estaba en marcha de nuevo! Sacamos nuestros tiquets y fuimos los primeros en subir, y así lo que pareció un contratiempo (el momentáneo "cerrado por revisión") se convirtió en una ventaja, porque no hicimos ninguna cola para subir... y allá nos fuimos, desplazándonos por los aires sobre el puerto, a una altura vertiginosa, pasando de una torre a la otra... Bajamos en la última, nos quedamos un buen rato apreciando la vista y de vuelta al Montjuïc. ¡Fantástico!


Después fuimos a almorzar, y después la segunda parte: funicular + teleférico del Montjuïc para llegar al Castillo de Montjuïc. El funicular ya lo conocíamos pero a este teleférico y al castillo habían venido Manuel y Rubén en el invierno y sin mí. Comparado con el otro éste es super moderno, ¡parece un parque de diversiones! Recorrimos todo el castillo, pasando por todos los cañones, patio de armas, techo, y después de un rato hicimos el camino inverso: teleférico-funicular-metro, parada para meriendita y el tiempo justo para agarrar el último autobus a casa a las 7 de la tarde. ¡Gran paseo!


Y si todo salió tan bien, tan armoniosamente, con tanta fluidez y goce, se debe a muchas pequeñas cosas, claro, pero sobre todo, lo que enmarcó un día perfecto sin molestias ni contatiempos ni malos humores fue que ¡el Dios de los Meteoros estuvo de nuestro lado! El día estuvo precioso, un sol cálido y acogedor que acompañaba sin presionar, una brisa suave que acariciaba, un día nítido y despejado para disfrutar las vistas, en fin... ¡todo perfecto!

Todo parece indicar que más allá de cierta presión atmosférica mi cerebro no funciona... habrá que aprovechar los días buenos.

Mutability

Leyendo el Frankenstein original de Mary Shelley descubrí las dos estrofas finales de este poema de Percy Shelley y me gustaron mucho. Lo busqué completo y en inglés, y aquí está. Se quedó acompañándome estos días, parece que hablara de mí.



Mutability

by Percy Bysshe Shelley

We are as clouds that veil the midnight moon;
How restlessly they speed, and gleam, and quiver,
Streaking the darkness radiantly! -yet soon
Night closes round, and they are lost for ever:

Or like forgotten lyres, whose dissonant strings
Give various response to each varying blast,
To whose frail frame no second motion brings
One mood or modulation like the last.

We rest. -A dream has power to poison sleep;
We rise. -One wandering thought pollutes the day;
We feel, conceive or reason, laugh or weep;
Embrace fond woe, or cast our cares away:

It is the same! -For, be it joy or sorrow,
The path of its departure still is free:
Man's yesterday may ne'er be like his morrow;
Nought may endure but Mutablilty.


Encontré esta traducción al castellano, siempre me gusta más el original, pero como no sé tanto inglés también está bueno tener una traducción a mano.


Mutabilidad

Somos como las nubes que enmascaran la luna,
que huyen sin descanso, relampaguean, tiemblan,
rasgando con destellos lo oscuro, mas, de pronto,
la noche las rodea y se pierden para siempre;

o arrinconadas liras de cuerdas disonantes

que a cada son diverso responden diferente,
y en cuya hechura frágil ninguna melodía
resuena semejante al volver a tocarla.

Dormidos, pesadillas turban nuestro reposo;
despiertos, vagos sueños contaminan el día;
ya con risa o con llanto, fantasía o razón,
ya abracemos las penas o ya las desechemos

¡da lo mismo! Pues, sea alegre o sea triste,
la senda de su marcha final está ya abierta:
tal vez no sea el pasado del hombre su mañana;
tal vez sólo perdure la Mutabilidad.

Traducción directa del inglés por
Juan Abeleira y Alejandro Valero.

Lo que no tuve tiempo de comentar antes es que leí el Frankenstein en la traduccion catalana de una edición francesa que me gustó muchísimo, además del texto integral (super interesante con sus relatos encajados uno dentro de otro y sus sugerencias sobre cuán innatos son maldad y bondad humanas), está ilustrada por Philippe Munch (sobrecogedores sus paisajes helados y sus aguas de acuarela) y comentada por Marc Porée, especialista en literatura y romanticismo, que agregó ilustraciones de la época para meter más en tema al lector. Super linda edición, la recomiendo a quien pueda conseguirla!